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Necrológica:IN MEMÓRIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Juan Manuel Gómez Porrúa, gestor del Betis y agudo profesor

Si meditamos, como quería Elias Canetti, sobre los diferentes accesos a la muerte, podría pensarse que Juan Manuel Gómez Porrúa accedió a ella, el 1 de noviembre, a los 49 años, del modo en que lo hacen los elegidos, con una muerte súbita e inesperada. Deja cuatro hijos (los menores, con tres y cuatro años) y una viuda, que aún no llega a los 40, María Jesús Guerrero Lebrón, una mujer extraordinaria y como él, gran experta en Derecho Mercantil.

Nació el 30 de julio de 1961 en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Abogado de éxito cuando ejerció la profesión en Deloitte, fue, ante todo, un universitario ejemplar: como docente y como investigador, como gestor y como compañero, con inmensas cualidades como intelectual y ser humano. Profesor numerario de Derecho Mercantil de la Universidad de Sevilla, fue secretario del departamento y vicedecano de la facultad, y se distinguió por la calidez de su trato y la profundidad de una inteligencia al servicio de los demás sin estridencias. Era un hombre exento de esa fatuidad tan habitual en las Universidades que adorna a tantos mediocres pagados de sí mismos. En la vida se presume solo de lo que no es evidente. No necesitaba hacerlo, porque en él todo lo era: la inteligencia, el saber, el saber estar.

Como profesor -uno de los mejores que yo haya tenido- fue clarísimo y profundo en sus exposiciones, justo sin alambiques, intensamente humano, cualidades que pude disfrutar, junto a su sentido del humor y una vitalidad como no he conocido otra, cuando fuimos amigos. He ahí un auténtico espíritu para la vida, que no eludía el compromiso. Puedo dar fe de que Gómez Porrúa hacía lo que hay que hacer cuando hacer lo que hay que hacer tantas veces no se hace. Con más hombres como él, se rescataría a la Universidad española de su actual ruina.

Amante de su oficio, su campo de predilección científica fue el societario, donde, sin duda, era doctrina, ya desde sus primeros trabajos en el campo de la fusión de sociedades en la segunda mitad de la década de los ochenta. Sus escritos, presididos por un refinado y naturalísimo sentido común, por la diafanidad de estilo que lo es antes de mente, por la profundidad y la agudeza interpretativa que no busca la exhibición hueca, constituyen seguros puntos de partida y sólidas guías de amplia resonancia jurídica; basta con acudir a cualquiera de sus monografías y estudios monográficos o a sus periódicas colaboraciones en Derecho de los negocios y otros medios doctrinales de actualización normativa, que tanto poder de inspiración han tenido.

Pero este mercantilista indiscutible ha muerto sin ser catedrático. Es evidente que en una época en que las cátedras se adjudican -a los buenos y a los malos- con criterios casi constantemente espurios y el propio sistema de promoción universitario puede calificarse como poco de kafkiano, esto no añade ni quita una pizca a su talla científica, a su dimensión universitaria, a su estatura académica. Pero no es casual (sino fuertemente causal) que las mayores satisfacciones profesionales del último periodo de una vida riquísima le fuesen deparadas por su actividad como administrador judicial de un club de fútbol, el Real Betis Balompié, que en términos humanos representa la mitad de la cuarta ciudad de España y un tercio de su región más poblada. Un club y una afición que harán bien en no olvidar lo que este hombre ha hecho por enderezar el rumbo de esa nave perdida con la sola aplicación de su inmensa preparación técnica y de una honradez a prueba de cualquier prueba.

Alfonso Castro es profesor titular de Derecho Romano de la Universidad Hispalense.

Juan Manuel Gómez Porrúa.
Juan Manuel Gómez Porrúa.

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