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Columna
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Operación rescate

Los embates del crimen organizado, quise decir de los mercados, un día contra Irlanda, otro contra Portugal, mañana tal vez contra Andorra, exigen una reordenación en el elenco de actores y figurantes que fingen disputarse la supremacía en los centros donde se toman las decisiones. Aparte del palco del Bernabéu, por supuesto. Va siendo hora de que, en lugar de llenar las listas electorales con ositos de peluche, muñecos diabólicos, caganers de belenes y poetas de la Renaixença entre el amplio surtido de juguetería, concursen los que de verdad cortan el bacalao. ¿Usted a quién vota? Puede elegir entre Dominique Strauss-Kahn por el FMI, un destructor que lleva tocados o hundidos ni se sabe los barcos, digo países, en su intensa singladura. Tal vez encuentre más atractivo a Robert Zoellick, compadre del anterior en el Banco Mundial. Acaso prefiera a míster Bernanke, la cara de la Reserva Federal, o su reverso europeo, Jean-Claude Trichet. Por no hablar del capataz en esta finca, Miguel Á. Fernández Ordóñez, un purasangre en el tiro y arrastre de las cajas de ahorro, cuando no instruye a la sargento mayor Elena Salgado en voladuras de protección social. Nada, sin embargo, comparado con nombres tan sugerentes como John Paulson, George Soros, James Simons o Philip Falcone, entre el resto de bucaneros que desde su impunidad han convertido la enciclopedia del crimen en un santoral benedictino. No llegará el día en que toda la cuadrilla de capitanes intrépidos responda de sus abordajes y consecuencias para la población civil. Con suerte, para el juicio final. Mientras tanto, los madelman que iban a reformar el capitalismo frente a los activos tóxicos -logrado eufemismo del tocomocho puesto al día-, se limitan a intentar esquivar la siguiente andanada del vertedero y, si les da de lleno, piden socorro. Esto del rescate suena épico, pero lejos de parecerse a las crónicas de Narnia, deja la tesorería hecha unos zorros, llevándose por el desagüe nóminas y pensiones. Con el agravante de que los mismos que trafican con estupefacientes financieros, ordenan la navegación en el ancho mar de los Sargazos.

Y hablando de la operación rescate, ¿a los valencianos cuándo nos toca? Está visto que somos menos que griegos e irlandeses. Cualquiera de los indicadores económicos y sociales que emergen desde este agujero negro, explosiva combinación de inutilidad e insolvencia seguramente importada de Corea del Norte, debería haber promovido hace tiempo un desembarco de los cascos azules de la ONU, ya que la autoridad competente ni está, ni se la espera. Su última gesta fue mandar hace 10 años un interventor del Estado al Atlético de Madrid, para poner orden. Un informe sobre urbanidad política vuelve a dejar en evidencia al Gobierno de Francisco Camps, por su opacidad. Error. ¿Cómo pueden decir que no son transparentes? Pero si se les ve todo.

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