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DON DE GENTES | OPINIÓN
Columna
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La madre y el vídeo porno

Elvira Lindo

Es posible huir de España? O desconectar, como dicen ahora las abuelas de 80 años: "Anda, hijos, marchaos y desconectad". Cuando una abuela incluye un verbo de estas características en su vocabulario, ya pueden los insignes académicos ir tomando nota, antes de dedicarse a afanarnos un acento tan fundamental como el de "guión", que ha dejado a los guionistas huérfanos. Pero no nos desviemos del asunto: ¿es posible desconectar, como dirían los ancianos, de los sobresaltos españoles? No, el tufo llega hasta cualquier rincón del planeta. El otro día, tomando café con una amiga americana en uno de esos falsos bistrós neoyorquinos que cuanto más Edith Piaf hacen brotar del equipo de música y más confit de pato sirven más yanquis parecen, ella, amante de España, me dijo que un conocido español le había comentado que en nuestro país corrían malos tiempos para la libertad de expresión, que la inundación de lo políticamente correcto estaba asfixiando el discurso público. Ah, le dije, pues no es esa la opinión que yo tenía... Y por no se sabe qué loca pero pertinente asociación de ideas le conté un vídeo que un amigo me acababa de mandar de un programa del corazón. Lo dicho, imposible desconectar de España. Imagínate, le digo a mi amiga, a la madre de un cantante que acude a un programa para defender a su hijo de unas supuestas calumnias. Ah, me dice ella, pero esas escenas son típicas en ese tipo de programas. Y yo le digo, espera, que España nunca decepciona. Tal vez solo si se la compara con Italia. Bien, continúo, pues ahí está esa madre del flamenco que, por cierto, es reseñable cómo recuerda al hijo: parecen hermanas. Tienen un aire los dos a señoras polinesias entradas en carnes. La madre cuenta que el hijo vive con ella. Hasta ahí todo normal. Y como el hijo ha tenido ya varios escándalos con anteriores novios que le han difamado, la madre, en connivencia con el vástago, ha colocado una cámara en el cuarto del niño. Vaya. El hijo flamenco se echó hace dos meses un nuevo novio y, por tanto, ahí han quedado todas sus actividades íntimas registradas. Ole, ole. En consecuencia, ahora que dicho novio va por ahí diciendo que él jamás tuvo trato carnal con el flamenco (Falete) y que todo era un montaje y que está harto de quedar ante el mundo como un homosexual (es lo que suele pensar la gente cuando te ven por la calle con Falete de la mano), la madre se presenta en un programa de máxima audiencia con el vídeo bajo el brazo para acreditar que hubo rollo y de los grandes. La madre ha visto el vídeo. Qué necesidad había. Pues sí, dice la madre, porque para demostrar que mi hijo no es un montajista y que sí hubo contacto carnal, la mujer tenía que documentarse. Además, añade, mi hijo y yo somos como amigos. ¡Ah, son amigos! Parecen hermanas y son como amigos. Ay, Dios mío, cómo ha cambiado el mundo del flamenco. Yo creía que esa ola pedagógica según la cual las madres son colegas de sus hijos estaba en remisión, pero, muy al contrario, va a más. Le cuento a mi amiga que esta entrañable entrevista a una madre que ve los vídeos porno de su hijo (porque son como amigos) se puede disfrutar en uno de los programas más populares de la tele. De paso, también le cuento lo del político que habló de la boquita porno de una ministra; lo del escritor que primero dijo que le habían medio violado dos zorritas japonesas y luego se retractó y habló de fabulación; lo de la presidenta madrileña defendiéndole y sacando a colación a Nabokov con su Lolita (pobre Nabokov, revolviéndose en su tumba); lo de aquellos columnistas que a la ministra de Defensa la apodaban muy gráficamente "la del bombo", por su notorio embarazo cuando fue designada para el cargo; lo de algunos socialistas haciendo bromitas humorísticas sobre la presunta homosexualidad del líder de la oposición; lo de aquel contertulio que llamó "zorra" y "puerca" a una consejera de salud; la de ese socialista catalán que echó mano del rancio catálogo de insultos populares y llamó "mal follada" a una entrevistadora que, actuando de periodista y no de médium, puso en algún aprieto a su presidente. Y más. Estos ojos míos se quedaron atónitos cuando en un programa cultural se referían a don Antonio Machado como "putero" (¡putero!) y se hacían gracietas sobre su proverbial suciedad en un tono que hería al espectador y que hacía pensar si esa falta de delicadeza sería posible en América con Walt Whitman o en Inglaterra con Milton. Machado, desde su poesía, les daba cien mil vueltas definiéndose a sí mismo: "Mi torpe aliño indumentario". No se puede decir mejor. Pero es que la verborrea incontenible, tan española por otra parte, ha acabado imponiendo la idea de que solo ofendiendo se llega al corazón de las cosas. Por no hablar de cómo en la prensa la expresión "hacer el amor" se ha convertido en un eufemismo, porque "follar" ha ganado la batalla. Y hablo de este mismo periódico, donde en las columnas "se folla" cada dos por tres. ¿No hay otros verbos o es que son definitivamente cursis? Si la libertad de expresión se mide por la posibilidad de ser soez, no podemos decir que estemos constreñidos. En esa liga solo competimos con Italia. Lógico, en España hace tiempo que Berlusconi ganó las elecciones.

En un programa de la tele se entrevista a la madre de un flamenco que ve los vídeos porno de su hijo
Si la libertad de expresión se mide por la posibilidad de ser soez, en esa liga solo competimos con Italia
Falete, cantaor de flamenco, cuya  madre aportó a  un programa de televisión un vídeo de los encuentros sexuales de su hijo.
Falete, cantaor de flamenco, cuya madre aportó a un programa de televisión un vídeo de los encuentros sexuales de su hijo.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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