Los canallas de la FIFA
- "Hay gente a la que te acercas de manera directa y le dices: '¿Qué desea para que garantice dar su voto
a favor de un país específico?". Michel Zen-Ruffinen, ex secretario general
de la FIFA, sobre sus ex compañeros.
¿Es aceptable que un periodista mienta sobre su identidad, que finja ser una persona normal y utilice grabadoras o videocámaras escondidas para intentar revelar casos de corrupción? Según Mohamed Bin Hammam, EL presidente de la Confederación Asiática de Fútbol, no lo es. "Hacer trampas de esta manera no es ético desde mi punto de vista", dijo el qatarí esta semana; "en los medios de Oriente Próximo esto sería muy inusual".
Bueno, ¿qué preferimos: las prácticas periodísticas de los países árabes o las de Reino Unido? Porque fueron dos periodistas encubiertos del Sunday Times de Londres los que engañaron a dos miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA, ambos demostrándose aparentemente dispuestos a aceptar dinero a cambio de dar sus votos a uno de los países candidatos para celebrar los Mundiales de 2018 y 2022. Difícil. Quizá sea mejor un sistema de control mediático en el que estas cosas no solo no se permitan, sino que a los periodistas que caigan en la tentación de enfrentarse al poder les condenen a unos buenos latigazos (existen precedentes en Arabia Saudí). Tal vez haya políticos en las democracias occidentales (por ejemplo, en el Partido Popular de Valencia) que estén a favor de semejantes métodos.
Gracias a dos periodistas del 'Sunday Times' se descubre otra tapadera más de la cloaca que riega el fútbol
El problema es que operar bajo el tipo de sistema que aplaude Mohamed Bin Hammam condenaría a los medios de noticias de Occidente al aburrimiento, ergo en el caso de los pobres periódicos, tan afligidos ellos por el doble tsunami de la crisis económica e Internet, a la muerte. Y que los canallas, en este caso los de la FIFA, sigan haciendo de las suyas in saecula saeculorum. Un periodista de Qatar, se supone, llamaría por teléfono al jefe de comunicación de la FIFA y le preguntaría: "Perdone, ¿es verdad que miembros del Comité Ejecutivo de su organización aceptan sobornos?". El jefe de comunicación respondería que no, en absoluto, para nada, y ahí está: notición. O, mejor dicho, nada de nada.
Uno podría pasarse largas y entretenidas horas debatiendo los pormenores éticos de lo que hizo el Sunday Times, pero el hecho es que gracias a esos dos periodistas, y a los jefes que les dieron el visto bueno, se descubre otra tapadera más de la cloaca que riega tantos bolsillos en las altas esferas del fútbol mundial.
En un segundo reportaje, esta vez filmado en secreto, el mismo diario sacó una entrevista con un tal Michel Zen-Ruffinen, que fue secretario general de la FIFA hasta su expulsión en 2002. Zen-Ruffinen habló de cuatro miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA cuyos votos podrían ser comprados: dos de ellos ofreciéndoles una cierta cantidad de dinero, uno dándole mujeres y otro, "el gánster más grande que hay en la tierra", por un mínimo de medio millón de dólares.
Zen-Ruffinen no es exactamente una hermanita de la caridad, dado que supuestamente ofreció sus servicios como mediador a los periodistas, que pasaban como intermediarios de la federación de fútbol de Estados Unidos, por 250.000 euros. Es poco creíble su afirmación, por ejemplo, de que España estaba involucrada en el amaño de votos, que había llegado a un arreglo de conveniencia mutua con el señor Mohamed Bin Hammam para conseguir la sede del Mundial de 2018. ¡Qué barbaridad! ¿Cómo puede este señor decir semejante cosa de un país que ha tenido presidentes de clubes tan honorables y correctos como Joan Laporta? ¿Cómo puede ofender este pájaro de tal manera a una nación campeona del mundo que organiza los derechos televisivos de los partidos, y las enormes sumas de dinero que estos conllevan, con tanta transparencia, tanta eficiencia, tanto interés por el bien del espectador?
¿Será todo mentira? ¿Será que los Bin Hammames de este mundo son los honrados y los buenos y los del Sunday Times unos falsos falsos? La pena, lamentablemente, es que no. Hay muchísima más porquería por ahí que los inocentes aficionados, volcados como niños con nuestro pasatiempo favorito, seguimos sin ver.
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