Nada es crucial
Si hubiera que interpretar la última novela de Pablo Gutiérrez a la luz de su título, entonces ¿qué? En principio, a más de un lector podría parecerle que ese Nada es crucial enrasa todas las acciones y conflictos, personajes y peripecias del libro, y que dado que nada resulta decisivo ni sobresaliente el libro se habría podido titular igualmente Todo es banal. Sin embargo, esta novela en clave, metaliteraria y llena de guiños cinematográficos desmiente en parte el enunciado de la portada.
Para empezar, porque el primer elemento crucial de la novela asoma desde la página número uno bajo la forma de esa rara voz narrativa que apostrofa a los lectores llamándonos "niños" e invitándonos a dibujar y que, ciertamente, algo tiene del tono aleccionador y condescendiente del maestro de escuela. La dificultad que afronta este narrador consiste en mantener la intriga sobre su identidad durante algo más de doscientas páginas.
Nada es crucial
Pablo Gutiérrez
Lengua de trapo. Madrid, 2010
250 páginas. 18,60 euros
Mientras tanto, nos relatará ab ovo y en paralelo las vidas de dos personajes: Magui y Lecu, la primera hija de una familia abandonada por el padre, y el segundo un buen chico salvado de sus progenitores yonquis gracias al Sr. Alto y Locuaz. He aquí otro elemento crucial de la novela, porque la identidad de este Sr. Alto y Locuaz, pintor aficionado y fundador de la iglesia Neocristiana, tiene una correspondencia en la realidad que no se le escapará a casi nadie. Sin embargo, en los retratos de éste y de los demás personajes no hay sátira ni parodia, ni cariño ni nada más allá de un cinismo carente de la más elemental humanidad.
Inteligente y brutal, ágil y en ocasiones de un brillo deslumbrador, la dureza gélida que empapa el lenguaje del texto aleja a los personajes hasta ubicarlos en un lugar que queda fuera de nuestro alcance, como si en esta época de veneración por lo retro alguien se hubiera decidido a resucitar el nouveau roman. Todo ello tiene su explicación en esa voz narrativa de la que no diré más. A Pablo Gutiérrez le sobra elocuencia y habilidad para tramar, pero nunca está de más que se equilibre con una invención feliz. Al final, tal vez por ello, queda la pregunta: ¿si nada es crucial, entonces qué?.
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