Nueva coalición en Irak
El acuerdo de Gobierno, ocho meses después de las elecciones, abre un resquicio a la esperanza
Ocho meses después de unas elecciones sin vencedor claro -y varios miles más de víctimas de la violencia sectaria-, los jefes políticos iraquíes se han puesto de acuerdo en una nueva coalición de Gobierno que volverá a presidir el chií Nuri al Maliki. El compromiso sobre los puestos clave del poder vuelve a juntar a chiíes, suníes y kurdos en un escenario no muy diferente del Ejecutivo anterior. Es una incógnita si el esperado reparto avanzará hacia la cohesión nacional, pero al menos pone fin a un vacío político interminable que ha alentado el recrudecimiento del terror y mantiene al país árabe semihuérfano de servicios esenciales y paralizada la reconstrucción de la crucial industria petrolera, supremo objetivo económico de Bagdad.
De nuevo la dirección de Irak se adjudica conforme a criterios étnicos y religiosos, reflejo de las consolidadas y peligrosas divisiones que siguen definiendo al país tras más de siete años de guerra desatada por la invasión estadounidense, que debe finalizar el año próximo. Al Maliki -para muchos suníes demasiado cerca de Irán, para Teherán insuficientemente dócil-, fortalecido en los dos últimos años por su control de las fuerzas de seguridad, consigue repetir mandato contra los justificados intentos para desplazarle del ex primer ministro Iyad Alaui, un chií laico en el que los marginados suníes se veían representados y cuyo bloque interconfesional ganó por dos escaños las elecciones de marzo. Pendiente del peso de las carteras que consiga en el futuro Gobierno, para cuya formación Al Maliki dispone de un mes, la participación de Alaui y su alianza Iraquiya, que ayer obtuvo la jefatura del Parlamento, es un factor de esperanza. La minoría kurda ha ejercido una vez más un papel determinante, manteniendo en la presidencia del país a Jalal Talabani y propiciando el difícil entendimiento entre Al Maliki y Alaui.
En Irak todo va a cámara lenta, y habrá que aguardar semanas antes de tener una foto fija fiable del nuevo escenario. Por encima de todo, hay que esperar que el acuerdo de Gobierno sirva para amenguar el desatado terrorismo de los devotos de Al Qaeda -suní principalmente-, protagonista en las últimas semanas de una cadena de atrocidades que incluyen la caza al cristiano. El insoportable grado de violencia iraquí está muy lejos de la imagen de país casi pacificado que Al Maliki y EE UU pretenden hacer valer.
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