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Columna
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Mentirijillas, vírgenes (negras) y zorritas

Vimos la procesión de la Almudena por Telemadrid porque nos pareció una ocasión única, ya que solemos poner esa cadena de humor, más o menos negro, solo una vez al año. Una o ninguna, como decía el del chiste. Tras confirmar que en Telemadrid los trabajadores no estaban en huelga, lo primero que nos pasó fue que se nos había olvidado de nuevo que la virgen de la Almudena es negra. Borrado de nuestra mente. Nadie vea en estas palabras el menor tinte de racismo, Dios nos libre (nos una y nos agrande): sencillamente, se nos olvida. ¡Negra como la Moreneta! Lo que demuestra que hay asuntos que unen, como nada ni nadie, a las distintas regiones de España: los que no son de este mundo. Lo de las regiones lo digo con conocimiento de causa, dado que en la procesión de nuestra Moreneta participaron también, tal y como en ello se hizo hincapié, las casas regionales representadas en la capital del reino de este mundo.

Según Telemadrid, los actos en honor a la Almudena traían este año novedades

Siempre según Telemadrid, los actos en honor a la Almudena traían este año novedades, así que procuramos dejar un ojo bien abierto bajo la manta del sofá, a ver si éramos capaces de descubrir tales innovaciones, pues atendiendo a las imágenes que ofrecía la cadena apenas se podía determinar en qué década nos encontrábamos. Al parecer, se estrenaba nuevo himno a la patrona, cosa muy novedosa, habida cuenta de que una gran mayoría de los madrileños (bien es cierto que sondeados por mí misma) desconocíamos que la patrona tuviera himno alguno. No conseguimos, sin embargo, encontrar la letra del nuevo cántico, para cotejar con el viejo y así calibrar la fuerza del cambio, por más que rastreamos (en la Red, todo hay que decirlo). Como si se dirigiera a un grupo de iniciados y no a los ciudadanos a quienes en realidad pertenece el canal (aquí, necesidad obliga, nos acordamos del décimo mandamiento: "No codiciarás los bienes ajenos"), Telemadrid había informado antes de que los actos arrancarían con el Triduo, que si no nos llegan a especificar que se trata de "ejercicios devotos que se practican durante tres días", habríamos pensado, en nuestra global confusión, que nos estaban hablando del Triodos. Casi damos un bote de esperanza, dispuestos incluso a abandonar el sofá, pero advertimos que se trataba de mera cuestión fonética, producto de una típica deformación filológica, por no decir pagana, que nada tiene que ver con las prosodias católica y bancaria, quienes a su vez nada tienen que ver entre sí, ni mucho menos con la redistribución de la riqueza, no.

Pero es que podría haber sido una mentirijilla más, de entre todas las que empezaron después ("No levantarás falsos testimonios ni mentirás"). Una reportera que cubría la procesión hablaba de los niños que habían acudido a tan jubilosa celebración, pero en pantalla solo se veían, literalmente, cuatro. Juntitos y de la misma familia, porque llevaban la misma chaqueta, y eso cuenta un poco menos. Sí había unas cuantas señoras que gritaban "¡guapa, guapa!", creemos que a nuestra Moreneta, porque la reportera era mona pero no para tanto grito. En ese momento, conectaron con un locutor que resultó ser cura y contó una anécdota muy Pasarela Cibeles: que a la Virgen ya no la vestían, como antes. El cura parecía muy satisfecho con tanta modestia, pero a mí me dio como penilla: negra y sin poder estrenar ni un manto desde el siglo XIX. En esas estábamos cuando aparecieron en pantalla unas japonesas que habrían decepcionado bastante a Dragó, pues no nos pareció que tuvieran suficiente pinta de zorritas. Que no parecían tan literarias, vamos, diría Esperanza Aguirre, nuestra Harold Bloom particular. Simples turistas japonesas con cámara de fotos.

El caso es que llegamos a la explanada de la catedral y ahí ya sí que fue la apoteosis: la de las mentirijillas (¿puede una mentirijilla ser apoteósica?, ¿si es apoteósica no pasa directamente a ser mentira?) y la del trance en el que nos hallábamos. Dice una voz, que podría ser en off, que dicha explanada está a rebosar de fieles, pero en pantalla se ven claros que las cámaras se aprestan a ocultar reduciendo los planos. Dice la voz que la explanada está a reventar de jóvenes, pero las cámaras no daban con ellos, cosas que pasan. También dijo la voz que no cabían más flores en el lugar de la ofrenda, que este año había sido ampliado, pero nuestra Moreneta llegó, había que irse a comer y quedaban un montón de huecos. Entonces sucedió: unas manolas saludaban al mundo ante el micrófono de Telemadrid cuando apareció un chulapo con capa y comenzó a dirigirse al respetable en un acento tan caricaturesco que cualquier madrileño se sonrojaría. Era invidente (dijo), ciego (aclaró), y se refirió con un casticismo tan sobreactuado a todas las cosas bonitas que se estaban viendo en las calles de Madrí que la cámara enfocaba a otro sitio mientras hablaba. A las puertas del templo distinguí la cara de Rouco Varela.

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