Comedia resultona
Baraka significa bendición en árabe y se utiliza para desear "suerte providencial". Los protagonistas de la pieza que lleva este título, sin embargo, ni siquiera saben muy bien qué quiere decir, pero utilizan la expresión para saludarse desde que se conocen y de eso hace ya mucho. Viene a ser uno de esos códigos privados que arrastran los grupos de amigos. Aquí el grupo es de cuatro, llevan un tiempo sin verse y ahora han vuelto a encontrarse: Pedro, funcionario municipal del Departamento de Cultura que con el tiempo se ha ido haciendo una insólita colección de arte a base de obras descartadas por los museos de la ciudad, se ve en la tesitura de tener que devolverlos y necesita un abogado. A todo esto, Julián, un político que está esperando que le nombren ministro de la nación en cualquier momento, acaba de separarse de su mujer y se instala en casa de Pedro. Ambos se acuerdan de Tomás, abogado que ha vivido tiempos mejores pero también peores, pues acaba de salir de un psiquiátrico por un trastorno que tiene que ver con su adicción a la cocaína. Martín, exitoso director teatral, aparece un poco más tarde para acabar de liar la trama.
'BARAKA'
Dirección: Javier Daulte. Intérpretes: Darío Grandinetti, Juan Leyrado, Jorge Marrale, Vando Villamil, Carla Pandolfi. Teatro Goya, 25 de octubre.
Una comedia sobre hombres escrita por una mujer, la holandesa María Goos (1956), cuya versión argentina dirigida por Javier Daulte nos llega después de haber triunfado en más de 20 ciudades (en Buenos Aires estuvo dos temporadas seguidas en cartel) y de haber recibido varios premios. Una pieza tocada por la varita mágica del éxito sobre la amistad y la vulnerabilidad de tan desinteresado afecto ante otros más interesados, los provocados por el poder, la ambición y el dinero. Baraka es una obra generacional sobre la crisis de la madurez con todo lo que ello comporta: crisis en el terreno profesional o personal, según el caso, en la que no falta la obsesión por el sexo más o menos acentuada, también según el caso. Es un texto plagado de lugares comunes y buenas dosis de inverosimilitud hábilmente salpicado por un humor negro que logra momentos divertidos. El montaje de Javier Daulte le saca buen partido, aunque no tiene nada que ver con los que él mismo escribe. Es ágil, a menudo, deliberadamente atropellado y cuenta con un cuarteto de buenos actores entre los que destaca Darío Grandinetti en el papel de Pedro, el funcionario apasionado por el arte, artista frustrado y homosexual, por su ajustadísima aproximación a la afección del personaje. Cuenta también con una estupenda coreografía al son de un hit de Raphael y con un numerito de striptease a cargo de Carla Pandolfi, que hace de prostituta rusa. Una resultona producción comercial que fue recibida la noche del estreno en Barcelona por un público entregadísimo que acabó aplaudiendo de pie.
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