Trabajar disfrutando
Sería fácil comenzar diciendo que Chick Corea es el hombre de las mil caras. Y sería erróneo. El pianista de Massachusetts debe de tener bastantes más. Lo ha ido demostrando a lo largo de cinco décadas de música y lo corroboró el sábado por la noche ante un Palau abarrotado y entregado.
No fueron mil, pero sí más de media docena las que Corea desplegó en su nuevo concierto barcelonés enmarcado en el 42 Festival de Jazz. Sonriente como de costumbre (da la impresión de estar repartiendo felicidad con cada mirada), muchísimo más delgado que en visitas anteriores y totalmente vestido de negro, Chick Corea ofreció una actuación memorable centrada en ese saber cambiar sin que aparentemente cambie nada. Da gusto comprobar cómo, a punto de cumplir 70 años, Corea desborda ilusión por su trabajo, se le ve feliz ante el piano, disfrutando de cada acorde, viviendo lo que está tocando con una intensidad poco habitual.
CHICK COREA
Invitados: Niño Josele y Carles Benavent.
Palau de la Música. Barcelona, 6 de noviembre.
Comenzó la noche haciendo publicidad de la marca de pianos utilizada. Tras ese pequeño spot, se lanzó a una animada improvisación que culminó en una de sus rumbas más conocidas. Los dedos ágiles y juguetones desplazándose sobre las teclas auguraban algo grande, pero cambió de registro y se fue hacia su admirado Bill Evans. Walt for Debby sonó pletórico precediendo a un fogoso Blue Monk, de Thelonius Monk. Acabó esa primera mitad invocando a otro de sus predecesores: Bud Powell.
Avisó de que la segunda parte sería totalmente diferente y cumplió. Partitura en mano revisó, con el metrónomo algo acelerado, cuatro preludios de Alexander Scriabin para centrarse después en media docena de sus clásicos Children's Songs, partituras de 1971 que siguen conservando su fuerza y belleza.
Podía haber acabado aquí y nos habríamos ido a casa con la sensación de haber vivido una actuación intensa como pocas, pero Corea es imprevisible. Había anunciado un concierto de piano solo pero no cumplió y acabó invitando a dos buenos colegas que elevaron aún más el tono de la noche. Primero fue el guitarrista Niño Josele. Juntos reinventaron (esa es la palabra exacta) el estándar My foolish heart en clave flamenca.
Y, para que el volcán siguiera en erupción, se añadió el bajista barcelonés Carles Benavent. Corea y Benavent se conocen muy bien y Josele no se quedó al margen: atacaron una improvisación por alegrías que puso al público de pie para culminar retomando el Aranjuez de Rodrigo que culminó, no podía ser de otra manera, en un efervescente Spain.
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