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Reportaje:Economia global

La profecía petrolera de Lula

Nuevos hallazgos impulsan a Brasil a los primeros puestos por reservas de crudo

"Brasil será en unos años el tercer productor mundial de petróleo". La frase es del presidente saliente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Cuando la pronunció pudo parecer una profecía excesiva. Pero el tiempo le está dando la razón. En aguas profundas, a menos de 200 kilómetros de la costa, Brasil pincha el lecho marino y encuentra petróleo. Un océano de petróleo. El último hallazgo anunciado por la Agencia Nacional del Petróleo (ANP) se llama campo Libra y, si las expectativas se cumplen, Brasil podría dar un inmenso salto, del puesto 16º al 8º, en la lista de países con mayores reservas probadas de petróleo, superando a países como Qatar o EE UU.

Libra, como otros grandes descubrimientos recientes, está situado en la Cuenca de Santos, una zona denominada presal en la que las plataformas de perforación deben atravesar una capa de sal de entre 200 y 2.000 metros para horadar luego otros tres o cuatro kilómetros de lecho marino y extraer un petróleo de calidad aceptable. El cálculo de lo hallado en el nuevo pozo Libra no es muy preciso -lo que ha acarreado muchas críticas al Gobierno y a la ANP-, pero basta para dar idea del tesoro que está en juego. Según la ANP, en Libra podría haber entre 3.700 y 15.000 millones de barriles de petróleo. En el mejor de los casos (el de los 15.000 millones de barriles), el hallazgo más que duplicaría el total de las reservas de Brasil, que en 2009, según cálculos de BP Statistical Review, se cifraban en 12.900 millones de barriles de petróleo. La profecía del todavía presidente Lula lleva así camino de cumplirse.

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En 2008, los tres mayores hallazgos del mundo fueron realizados en la Cuenca de Santos, una de las zonas del planeta, junto con el golfo de México, el golfo de Guinea, el mar del Norte, el Mediterráneo, el mar de China y Australia, hacia las que se está canalizando una ingente cantidad de capital. Antes incluso de que Brasil se convirtiera en el lugar más prometedor del mundo para el negocio petrolero, la consultora Douglas-Westwood calculó que la inversión en prospecciones petroleras en aguas profundas superaría los 20.000 millones de euros anuales en 2012. Mucho dinero en juego y muchos posibles beneficios por contabilizar.

Para Brasil, el petróleo es un maná. La palanca con la que mover el país hacia un futuro prometedor. Los grandes campos descubiertos (Franco, Iara, Guará, Parque das Baleias) elevan las reservas más allá de los 20.000 millones de barriles. Pero continuamente se reevalúan las estimaciones. Hasta tal punto, que en la prensa brasileña se pueden encontrar cálculos que elevan las reservas de toda la zona del presal hasta los 50.000 millones de barriles e incluso más. Es un sueño para el país, que, con 181 millones de habitantes, crece a ritmo acelerado del 5% anual y que necesita adecuar sus infraestructuras. Con 8 millones de kilómetros cuadrados (Europa tiene 6,2 millones), la gran potencia emergente cubre el 73% de sus necesidades energéticas con producción hidroeléctrica. Tiene sus necesidades energéticas más que cubiertas y el negocio exportador puede ser inmenso.

Por ello, el petróleo se ha convertido en un arma política de primera magnitud. No es casual que el anuncio del nuevo gran descubrimiento (Libra) se produjera apenas dos días antes de la elección que ha llevado a la presidencia del país a Dilma Rousseff, la sucesora de Lula da Silva. Como no fue casual que el presidente saliente visitara uno de los yacimientos (Tupí, con una producción prevista en 2013 de 100.000 barriles al día) poco antes del fin de su mandato.

Lula, como su sucesora, la presidenta electa Rousseff, conocen bien el potencial de lo que esconde el lecho marino brasileño. Rousseff, como ministra de Gabinete de Lula (ministra de la Casa Civil) ha impulsado los cambios legislativos necesarios para controlar más y más de cerca por el Estado el negocio petrolero de Brasil. El objetivo lo resumió el propio Lula en un acto del Primero de Mayo: lograr, dijo, que Petrobras (empresa que el Estado brasileño controla en un 48% tras la reciente macroampliación de capital) piense que pertenece a Brasil, y no al revés.

Rouseff, como Lula, sabe que el mañana de Brasil pasa por el petróleo. Por ello, han modificado las fórmulas de contratación con empresas extranjeras y han traspasado al Estado la capacidad de decidir dónde se realizan prospecciones. En todos los nuevos proyectos, Petrobras tendrá al menos un 30%. El gigante empresarial, con 74.240 empleados, planes de inversión en cuatro años que superan los 160.000 millones de euros y que es protagonista reciente de la mayor ampliación de capital de la historia (50.000 millones de dólares), es una pieza esencial en el desarrollo de la riqueza petrolera del país.

Con todo, la agitación registrada en las últimas semanas en Brasil en torno a nuevos descubrimientos tiene un componente electoral que no se puede ignorar. "Ha habido anuncios casi cada día", señala en España un buen conocedor del negocio petrolero en Brasil, "y hay que descontar ese factor de los cálculos de reservas adelantados". También ha habido críticas en el país. La prensa brasileña ha recogido declaraciones de responsables del Centro Brasileño de Infraestructuras (CBIE) en las que se destaca el "inmenso" margen de error en los cálculos y la inexactitud de los números de la ANP en vísperas electorales.

Alianza hispano-china

Para la petrolera hispano-argentina Repsol YPF, las costas brasileñas, donde participa en 21 bloques exploratorios, son una fuente continua de buenas noticias. El desarrollo de prospecciones en aguas profundas de la Cuenca de Santos es uno de los 10 proyectos clave de Repsol para los próximos años. Pero para desarrollar los proyectos es necesario dinero, mucho dinero. Repsol YPF lo ha encontrado. La compañía china Sinopec (la antigua Petroleum and Chemical Corporation), estatal, ha aceptado convertirse en socio de Repsol YPF para desarrollar los proyectos que mantiene en la Cuenca de Campos Santos y Espírito Santo.

Los chinos, necesitados de materias primas para alimentar el crecimiento de su economía, han aceptado suscribir íntegramente una ampliación de capital de 5.200 millones de euros de Repsol Brasil. Controlarán el 40% de la sociedad y tendrán derecho de veto en algunas decisiones.

Para Repsol YPF, el acuerdo con la compañía china supone rubricar con éxito la apuesta realizada en Brasil. La operación valora los activos de la filial brasileña en 7.830 millones de euros. Con el dinero aportado por el nuevo socio, la petrolera podrá desarrollar los descubrimientos realizados en los últimos tres años para los que Repsol YPF precisaba, según explicó en su momento su presidente, Antonio Brufau, 6.700 millones de euros.

Las cifras que se manejan en torno al petróleo brasileño son mareantes. En torno a los descubrimientos en aguas profundas, todo se califica de récord, de hito histórico. Si Repsol YPF ha hecho en Brasil los mayores descubrimientos de su historia, Petrobras ha podido realizar, según destacó el presidente saliente Lula, "la mayor capitalización en la historia del capitalismo". Todo tiene dimensiones gigantescas. Un ejemplo: directivos de Petrobras han alertado de que la industria naval brasileña (la segunda de América tras la de EE UU) será insuficiente para cubrir las necesidades de la empresa.

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