Leopoldo Hontañón, caballero de la crítica musical
Con la desaparición el pasado 16 de octubre del crítico Leopoldo Hontañón, la música española pierde uno de sus más conspicuos valedores.
Nacido en Santander en 1928, desde niño sintió una atracción especial por la gran música y se puso a estudiarla con ahínco. No era raro verle en el muelle escuchando a la banda municipal. Tengo un recuerdo remoto de haber estado más de una vez sentado junto a Leopoldo en las sillas metálicas del Sardinero para escuchar a la banda cuando la dirigía el ilustre compositor burgalés Esteban Vélez (1906-1983), que compuso para ella Santander a la marina. Era por entonces organista en la iglesia de Santa Lucía don Cándido Alegría (1887-1976), el más moderno y atrevido de los compositores regionalistas cántabros, o montañeses, como se decía entonces. Tenía fama, y lo era, de gran orquestador y el propio Falla le autorizó a orquestar su Pieza española: Montañesa. Recuerdo haber subido con Chani (así llamábamos a Hontañón los amigos en Santander) para, tras divisar la columnata de Santa Lucía, esperar el final de la misa y visitar a don Cándido, siempre animoso y dispuesto a contar algo interesante sobre la música.
Asiduo asistente a los Festivales Internacionales de Santander, creo que fue decisivo para su cultivo del ensayo y la crítica musicales el celebérrimo ciclo de las nueve sinfonías de Beethoven, que dirigió Ataúlfo Argenta en la plaza Porticada de Santander en 1953.
Instalado en Madrid, donde trabajaba en Renfe, el crítico de Abc Antonio Fernández-Cid le introdujo en el diario para que, habida cuenta de la cada vez más nutrida vida musical, compartiese con él la sección de crítica. Y lo hizo con gran acierto y elegancia, destacando sobre todo su atención y reseñas sobre la música de nuestro tiempo. Raro es el compositor español vivo que no haya recibido en algún momento la solvente y tantas veces generosa crítica de Hontañón.
En los últimos años se fue retirando silenciosamente de esta labor, en la cual había sufrido algunas decepciones. Caballero a la antigua usanza, su inteligencia le otorgaba la mirada de un hombre de ideas avanzadas. Sus juicios eran siempre ponderados, aunque nunca entendí su aversión hacia la música de Liszt. Tal vez solo se fijó en el aspecto virtuosístico y espectacular de su obra pianística. Y es que Hontañón rehuía todo lo que supusiera vanidad, soberbia, altivez. Por eso su nombre no figura en diccionarios donde debiera estar. Será difícil, querido Chani, que tus amigos, lectores y colegas lleguen a olvidarte.
Andrés Ruiz Tarazona es músico y crítico musical.
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