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Tribuna:Laboratorio de ideas
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Desequilibrios y tipos de cambio

José Luis Leal

Merece la pena leer la breve introducción del último Informe del Fondo Monetario Internacional en la que su responsable económico, Olivier Blanchard, describe sucintamente los problemas de la economía mundial y apunta algunas soluciones. Es breve y clara.

Además de los problemas familiares, como el de los ajustes fiscales o el de la recapitalización de las instituciones financieras, Olivier Blanchard insiste en la necesidad de que los países emergentes con fuertes excedentes en sus balanzas corrientes reequilibren su crecimiento dando más importancia al incremento de su demanda interna. Desde el punto de vista de un país con un fuerte desequilibrio exterior como España, el análisis no debería detenerse en los países emergentes, pues algunos desarrollados, como es el caso de Alemania y Japón, podrían hacer bastante más por impulsar su demanda interna y aliviar el peso del ajuste de los demás.

La acumulación de reservas en países emergentes revela políticas mercantilistas que será difícil desmantelar

Los datos macroeconómicos contenidos en el Anexo Estadístico del Informe son elocuentes. Desde el año 2002 hasta ahora, las reservas de divisas de los países emergentes se han multiplicado por seis, pasando de un billón (de los nuestros) de dólares a 6,2 billones. De estas reservas, casi la mitad (2,7 billones) pertenece a China, que tiene cubiertos con ellas casi dos años de importaciones. Los países de Oriente Próximo productores de petróleo acumulan algo más de un billón. En el caso de China, esta desmesurada acumulación de reservas es el resultado de una política mercantilista peligrosa para el mundo y para ella misma, ya que una política de aumento de reservas como la que practica solo puede llevarse a cabo en detrimento del consumo de sus propios ciudadanos. En realidad, lo que refleja esta ingente acumulación de reservas en los países emergentes no es tanto una falta de competitividad en los países desarrollados, aun siendo esta cierta, como la puesta en práctica de políticas mercantilistas que no serán fáciles de desmantelar. Lo único que puede decirse en descarga de los países que las practican es el miedo a la repetición de una crisis como la que tuvo lugar a principios de la década de los años noventa, que dejó a muchos de ellos sin margen de maniobra al agotarse muy pronto sus reservas.

El verdadero problema que subyace es el de los desequilibrios comerciales. Al déficit corriente norteamericano previsto para este año de más de 450.000 millones de dólares corresponde, como en un espejo, el excedente de más de 270.000 millones previsto para los países emergentes de Asia. A lo que hay que sumar los casi 100.000 millones de los países de Oriente Próximo exportadores de petróleo. Es indudable que la economía mundial padece fuertes desequilibrios en sus intercambios y que esta situación, si continúan las tendencias actuales, no va a ir a mejor, sino a peor. Según las previsiones del FMI, en 2015 el déficit norteamericano superará ligeramente los 600.000 millones de dólares, mientras que los excedentes asiáticos superarán los 730.000 y los de Oriente Próximo 230.000. Se trataría, llegado el caso, de una situación insostenible.

Si queremos evitar una "guerra de divisas", con su inevitable corolario de manipulaciones cambiarias, imposición de aranceles, cierres totales o parciales de mercados y, en definitiva, más desempleo en uno u otro lugar del planeta, como ya ocurrió en los años de la Gran Depresión de 1929, lo que conviene hacer es intentar corregir estos desequilibrios lo antes posible. En la reciente reunión de ministros de Finanzas del G-20 en Corea ha habido una interesante propuesta conjunta por parte de Estados Unidos y Corea para limitar los excedentes y los déficits corrientes al 4 por ciento del PIB, pero no ha sido adoptada por la oposición de algunos países, entre los que se encuentran Alemania, Japón y Brasil. Tal vez, en los días que faltan hasta la reunión de los jefes de Estado de dicho grupo, el 11 de noviembre, los Estados que se oponen a esta propuesta tengan tiempo de recapacitar. Porque el problema de fondo no son las divisas, sino los desequilibrios de las balanzas por cuenta corriente.

Para España todo esto no son buenas noticias. La firmeza alemana, que ha sido capaz de mantener un excedente en su cuenta corriente a pesar de la fortaleza del euro, augura que nuestra divisa mantendrá su valoración frente a las otras monedas. Tendremos pues que realizar un gran esfuerzo no ya para reducir nuestro endeudamiento exterior sino para limitar su crecimiento y evitar así el alza del diferencial que tenemos que pagar por los fondos necesarios para financiarlo.

Los números del pasado no nos ayudan. Si en vez de considerar un solo año, tomamos en cuenta lo sucedido en los últimos diez, el déficit acumulado de la balanza por cuenta corriente equivale, casi con exactitud, al de la balanza de mercancías, superando ambos el medio billón de euros, es decir, aproximadamente la mitad de nuestro PIB. Por su parte, el coste de nuestro endeudamiento iguala al de los ingresos por servicios (unos 200.000 millones) y, contrariamente a una idea bastante extendida, las inversiones directas de España en el exterior superan ligeramente a las inversiones del exterior en España, por lo que hemos tenido que añadir su financiación a la de nuestro déficit. Las dos principales vías que hemos utilizado para ello han sido las ventas de activos (principalmente acciones de empresas) y el endeudamiento bancario en el exterior.

En lo que va de año, la situación de nuestra balanza por cuenta corriente tiende a mejorar, aunque con altibajos. De enero a agosto, las exportaciones han crecido, en volumen, cuatro puntos más que las importaciones, aunque en valor la diferencia se reduce por el encarecimiento del petróleo. El problema consiste en saber si seremos capaces de compatibilizar el crecimiento de la demanda interna con el equilibrio exterior.

Volviendo al G-20, el único resultado, por ahora, de la reunión de los ministros ha sido la cesión de poder por parte de los países europeos (dos puestos en el Comité Ejecutivo del FMI de los ocho que tienen sobre un total de 24) y de cuotas a los países emergentes, Es un paso importante hacia la mayor representatividad del FMI y, por tanto, hacia su legitimación a la hora de tomar decisiones vinculantes para todos. Los organismos multilaterales tienen la posibilidad de contemplar los grandes problemas del mundo con más serenidad, y con un horizonte temporal más amplio, que los Gobiernos nacionales, siempre agobiados por la presión del día a día. Esperemos que la reunión del día 11 refrende la propuesta de los ministros y que se produzcan avances en el terreno de los tipos de cambio. Sería un buen paso para asentar la autoridad del G-20.

José Luis Leal fue ministro de Economía y presidente de la Asociación Española de Banca Privada.

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