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Análisis:ANÁLISIS | Los barrios del 'boom' inmobiliario
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

De aquellos ladrillos, estos lodos

La metamorfosis del Estado keynesiano en Estado neoliberal ha supuesto el paso de las viejas metrópolis industriales -con zonas exclusivas de clase media y alta versus suburbios obreros-, a las llamadas posmetrópolis con una especialización y segmentación espacial de los territorios urbanos/suburbanos bastante más compleja: urbanizaciones elitistas de alta seguridad, desarrollos residenciales de nueva planta para las clases medias y populares, museificación de los centros históricos, polígonos empresariales high tech (como el de Telefónica del PAU de Las Tablas), ciudades sanitarias, universitarias de ocio o judiciales (como la futura ciudad de la justicia del PAU de Valdebebas) y realojamiento masivo de inmigrantes, parados, excluidos y perdedores en los viejos enclaves proletarios de bloque abierto, cada vez más deteriorados.

Los PAU representan la encarnación del ideal conservador de las clases trabajadoras y medias
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Sanchinarro es uno de esos nuevos enclaves residenciales para clases medias y populares del municipio de Madrid, perteneciente al distrito de Hortaleza, con casi 15.000 viviendas construidas; más de la mitad de protección oficial y la otra de mercado libre.

Cuenta con varios colegios públicos y privados, escuelas infantiles, dos hospitales, un centro de salud, una residencia para mayores, una iglesia de los dominicos y un centro cultural recién terminado. La asociación de vecinos sigue reivindicando un instituto de enseñanza secundaria, un polideportivo y la construcción del mercado, cuyo vanguardista proyecto (Mercamorfosis) ya ha sido aprobado.

Tanto las viviendas sociales como las promovidas por la iniciativa privada forman parte de una retícula urbanística de magnas, desoladas, avenidas y rotondas, salpicada de zonas verdes y con una tipología edificatoria de manzana cerrada con grandes espacios interiores comunitarios, dotados muchos de ellos con piscina, pádel y gimnasio. Para Blanca Lleó, coautora del edificio Mirador -verdadero emblema del barrio-, Sanchinarro desprende un aire de la antigua Alemania del Este, donde las calles son carreteras y las grandes, autistas, manzanas cerradas de baja densidad miran hacia dentro sin generar vida de calle. Para muchos otros urbanistas y arquitectos habría que haber hecho algo más enraizado con la trama de la ciudad; capaz de conectar y mejorar sus bordes e intersticios.

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En Sanchinarro, como en el resto de los PAU, existen diferencias de calidad entre las viviendas sociales y las otras. Sin embargo, para los inquilinos de las primeras (procedentes de suburbios ocupados ahora por inmigrantes y población envejecida) su nueva residencia no solo ha representado un supuesto, imaginario, ascenso de estatus social, sino también un modesto, imprevisto, pelotazo inmobiliario que ha multiplicado el precio de sus viviendas. Por ello, nada tiene de extraño ese desajuste entre los severos dictámenes de muchos urbanistas y las experiencias de tantos vecinos satisfechos en el seno de sus comunidades cerradas y sus recientes fiestas de fin de verano con payasos, juegos en la piscina, piñata para los niños, y dj, catering y barra libre para los mayores.

Los PAU en general, y el de Sanchinarro en particular, representan la encarnación residencial del imaginario conservador para alojar a las nuevas clases trabajadoras y medias posmetropolitanas. Un sueño de pulcritud geométrica, orden, higiene, seguridad y homogeneidad social; un paraíso insular verde -con algunos iconos fetiche que le otorgan un aura de distinción-, convenientemente protegido de cualquier contagio con inmigrantes y elementos conflictivos de las viejas culturas obreras. Espacios urbanos difusos, separados del resto de la ciudad por las grandes viales que la comunican con ella. Una fantasía residencial seudoelitista presidida por los grandes centros comerciales como nuevos atractores-templos del consumo de masas. Un espacio público, con vocación privada, donde la ciudadanía depende más de las conexiones telemáticas individuales en el ciberespacio (Internet, telefonía móvil, televisión digital) que de los espontáneos contactos humanos en la vía pública. Y es que en Sanchinarro, de momento, la vida espontánea de calle y aquel aire subversivo de la ciudad de los años sesenta y setenta que hizo libres y maduros políticamente a la generación de sus padres, aparecen todavía como una exótica rareza.

Luis Castro Nogueira es profesor titular de Sociología de la UNED

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