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Columna
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Tontos

David Trueba

Característica esencial de ser tonto es considerar que los demás son tontos. No es raro escuchar unanimidades sobre lo tontos que son algunos líderes. Se sostuvo que George Bush era tonto. Pero no puede serlo alguien que vació las arcas públicas en favor de empresas de armamento y petroquímica con una política dirigida sin complejos hacia los sectores con los que más afinidad guardaba. Por seguir en Norteamérica, al parecer Sarah Palin no deja de ser tonta ni un solo instante, pero su influencia dinamizadora está decantando la política del país hacia el extremo que a ella más le interesa. Con tontos así para qué necesitamos la inteligencia.

En España, casi nadie ha alcanzado un puesto de relevancia política y altos índices de popularidad sin que en algún momento se le considere tonto de remate. Da igual que sea mandatario gubernamental, líder monárquico, ministro o presidenta autonómica, todos han sido considerados tontos por rivales y afines. Tanto es así que parecer tonto, que no serlo, debería ser una cualidad indispensable en la próxima contienda electoral y podrían tomar nota de ello tanto Rajoy como la candidata socialista que sustituya a Zapatero si llega el momento.

Por eso sería tonto considerar tontos a los programadores de Antena 3 y Telecinco dado el vaivén de sus series estrella. Hispania contra Felipe y Letizia no ha sido un duelo de testosterona patriótica, que también, sino un galimatías de horario. Hispania se impuso por puntos, pero a costa de sacrificar las interrupciones publicitarias y adelantar 12 minutos el inicio. También porque en Hispania se permitieron algunos arrebatos eróticos y ahí la casta historia de Letizia y Felipe tenía las de perder. Dos mil años de distancia aligeran tanto la ropa como la fiscalización de parecidos. Pero si alguien piensa que es tonto que dos productos tan afines a la idea de televisión de nuestros directivos se enfrenten a machetazos, se equivoca. La trifulca ha oscurecido los controles de calidad para primar las audiencias, el dato numérico. Y en ese territorio ambos productos han obtenido resultados satisfactorios. Como los detergentes o los Beatles y los Rolling, sigue funcionando la rivalidad; el antagonismo elimina las alternativas y alimenta el morbo. En política y tele, háganme caso, de haber algún tonto, somos nosotros.

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