Joan Solà, tenaz científico de la lengua catalana
Joan Solà i Cortassa, descollante lingüista y filólogo, gran autoridad en el campo de la sintaxis normativa catalana, falleció ayer en Barcelona. Nacido en Bell-lloc d'Urgell en 1940, Solà realizó estudios de posgrado en lingüística general en uno de los centros más importantes de esta disciplina, la Universidad de Reading, en Inglaterra. Enseñó en la Universidad Autónoma de Barcelona, en la entonces incipiente de Gerona y finalmente en la Universidad de Barcelona, donde obtuvo la cátedra de lengua y literatura catalanas en 1983, que ocupó hasta que se jubiló este mismo año. Su última lección versó precisamente en torno a la sintaxis normativa. Mientras tanto, Joan Solà había impartido cursos en Polonia, Austria, Finlandia, Alemania y Estados Unidos.
En los últimos tiempos, gracias a sus enseñanzas, de las que han aprendido innúmeras generaciones de estudiantes de filología, su figura cívica y científica se fue agigantando, no solo por la calidad de su obra, sino también por su extraordinaria capacidad de transmitir -también, regularmente, en la prensa diaria- las cuestiones más abstrusas y complejas de la lingüística, y en particular las de la lengua catalana, con un lenguaje sencillo, directo y jamás alejado del mayor rigor científico. Una vasta obra, no solo gramatical -recuérdese la Història de la lingüística catalana 1775-1900 que elaboró con Pere Marcet-, estableció definitivamente su autoridad académica. Dirigió la obra Gramàtica del català contemporani (2002) y, con el hoy rector emérito de la Universidad de Barcelona, Antoni M. Badia i Margarit, la obra colectiva Joan Coromines: vida y obra (1999). Solà editaba, desde 2002, con el apoyo de Jordi Mir, las Obres completes de Pompeu Fabra, aún en curso de publicación. Fabra, junto a Noam Chomsky, representa el gran influjo intelectual sobre su obra.
El reconocimiento público ante la aportación de la treintena de obras y centenares de artículos sobre cuestiones de lengua culminó con la concesión de la medalla Narcís Monturiol al mérito científico en 2003 y dos años después la concesión de la Creu de Sant Jordi que otorga la Generalitat de Catalunya, mientras que el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes, que inspira la asociación cívica Omnium Cultural, le llegaría en el año 2009, en que también accedió a la vicepresidencia de nuestro Institut, academia catalana de las ciencias y las humanidades. La Universidad de Lleida, con el apoyo de su pueblo natal, instituyó no ha mucho el Premio Internacional Joan Solà para estudios lingüísticos sobre el catalán, y, por su parte, el Parlament de Catalunya, de modo muy excepcional, le invitó a realizar un discurso ante la cámara.
La dimensión cívica alcanzada por el profesor Solà ha sido sin duda reforzada por su clara independencia política, que no apoliticismo. Su actitud nacionalista era tan firme como civilizada y dialogante para con quienes discrepaban de él. Al mismo tiempo, su espíritu independiente le hizo huir de algunas afiliaciones que le hubieran obligado a abrazar directrices para las que temperamentalmente no estaba hecho. Su libro Plantem cara: defensa de la llengua, defensa de la terra (2009) expresa diáfanamente esta actitud.
Joan Solà mezclaba la ironía con el humor socarrón del payés del llano de Urgell que era y le complacía ser. Su gran expansión era cantar en la coral de su pueblo, así como en otra, barcelonesa, como uno más. Recorría la ciudad, hasta el último momento, en una motocicleta ligera. Su cuerpo delgado, bajo un casco considerable, albergaba un científico de la lengua, tozudo y riguroso, a un honrosísimo catedrático venerado por muchas generaciones de discípulos, a un miembro -y ahora vicepresidente- de una de las más veteranas y activas academias nacionales de Europa. Sobre todo, a un ciudadano honesto, modesto, querido por el pueblo de Cataluña. No todos los sabios catedráticos alcanzan pareja felicidad. Él mismo así lo expresó, refiriéndose, sorprendido, a la popularidad alcanzada. Joan Solà deja una viuda, la leonesa Adelaida Martínez Fraile, y dos hijas, Nausica y Laura.
Salvador Giner es presidente del Institut d'Estudis Catalans e Isidor Marí es presidente de la Sección Filológica de esta misma institución.
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