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Entrevista:Justin Cronin | LIBROS | Entrevista

"Las trilogías no son moda, sino la simetría perfecta"

En un momento en el que abundan las parejas literarias unidas por amor (Paul Auster y Siri Hustvedt) o por un libro (Guillermo del Toro y Chuck Hogan), los hay que encuentran su inspiración en el lugar más inesperado. "Fue un juego, mientras ayudaba a mi hija a montar en bicicleta. '¿Por qué no escribes sobre una niña que salva el mundo?', me dijo. Le respondí que con lo lista que era, lo hiciéramos juntos. Pero no tenía ninguna intención de escribirlo", asegura Justin Cronin (Nueva Inglaterra, Estados Unidos, 1962) recordando esa primera conversación con Iris cuando tenía 8 años.

Ahora la niña tiene 13 y el juego tiene título, El pasaje (Umbriel. www.elpasajenovela.com. enterthepassage.com), el gran best seller del pasado verano en Estados Unidos y la primera entrega de una trilogía que despertó la lucha entre editoriales hasta llegar a un adelanto de 3,75 millones de dólares por los libros y 1,75 millones por la película que dirigirá Ridley Scott.

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"Todo me sorprende porque sé que el fracaso es parte de ser escritor", admite este graduado en Harvard de 48 años todavía en pijama y limpiándose las gafas de los restos del sueño o de la que le ha caído encima. Hasta ahora su bibliografía era breve, con algún premio y ventas escasas suplementadas con su trabajo como profesor de Literatura en la Universidad Rice de Houston, donde reside.

Eso hasta la llegada de El pasaje, un relato épico en el que Amy, una niña de 6 años, es a la vez víctima y única esperanza de un terrible experimento militar que causa el apocalipsis del mundo que conocemos. Un relato que, como anuncia en su primera página, te transporta a lo largo de un milenio en un mundo que Cronin muestra con todo detalle antes de destruir y reconstruir con la misma minuciosidad. Mil años de soledad, amor y sangre. Mucha. Porque aunque Cronin califica a sus antagonistas de virus lo cierto es que su naturaleza, o su falta de ella, es la de un vampiro.

Cuando parecía no quedar más sangre en el género, Cronin, de aspecto apocado y de padre de familia, le da la vuelta con una historia que, como asegura Stephen King "devuelve el miedo a los vampiros". De hecho, El pasaje tiene una segunda génesis porque aunque al autor le cuesta admitirlo, el libro nace de algo que nunca hace: prohibirle a su hija que lea un libro. "Era una novela gótica de vampiros de usar y tirar que desde luego no era apropiada para su edad", admite con tono de mea culpa aclarando que fue antes de la fiebre crepuscular de Stephenie Meyer. "A mí siempre me gustó la literatura de vampiros, una metáfora muy flexible que da mucho juego", dice criado bajo los efectos del Drácula de Bela Lugosi y series como Dark Shadows. "Y mientras que los vampiros de Stephenie son Romeo y Julieta en El pasaje se apoyan en una pregunta básica: '¿Quién soy yo? ¿Qué pierdes siendo inmortal? ¿Cuán importante es para un humano su mortalidad?".

A Cronin se le notan sus años de profesor. Cuando narra la génesis de su éxito lo explica como si fuera un ejercicio con sus alumnos. La trilogías no son moda sino la "simetría perfecta" en literatura basada en "arranque, desarrollo y resolución". Y los nombres que escoge para sus personajes siguen la norma de no repetir la misma inicial en una misma página porque es la forma rápida en que el lector los reconoce, por la inicial. "Menos Amy, Michael y Alicia, que los puso mi hija", se delata padrazo.

Es un hombre metódico que escribe fuera de su casa, en esa segunda vivienda que está en el jardín y donde se refugia de 9.00 a 15.00 una vez que ha llenado su cabeza de letras leyendo todas las mañanas lo que le viene en gana sin temor a las influencias -"¿acaso no estamos inspirados por todo?", pregunta con más razón que un santo- y antes de que apremie la entrega del libro, momento en el que hace "doble jornada" y vuelve al silencio de su despacho una vez que sus hijos se han ido a dormir. "Toda la gente creativa es ritualista", resume mencionando con cierta envidia la meticulosidad de John Cheever, el llamado Chéjov de los suburbios, que hasta se montaba en un ascensor lleno de oficinistas para hacer más ritual su creatividad.

"Como les aconsejo a mis alumnos, si quieren trabajar como escritores, la primera regla en un trabajo es ir a trabajar", dice. El único truco que admite en su éxito es el de haber presentado el manuscrito de El pasaje bajo un seudónimo, Jordan Ainsley, para escapar de las expectativas y llegar a los editores sin ideas preconcebidas.

Pero bajo su academicismo ordenado está su caos existencial, la pasión por la literatura nacida primero del ego infantil, "porque era lo único que se me daba bien", hasta que empezó a leer "y di con esos libros tan buenos que deseaba haber escrito". Entre los volúmenes que marcaron su vida están las Crónicas marcianas de Ray Bradbury y en general toda la ciencia-ficción de los setenta, "buena, cerebral, de cuando la ciencia-ficción era un campo abonado para jugar con las ideas".

Aunque su obra anterior es costumbrista, este hijo de la paranoia de la guerra fría recupera con El pasaje la desazón posapocalíptica desgraciadamente reflejo de algo mucho más cotidiano y por ello más temible. Porque a Cronin no le interesa la magia de los vampiros, solo los elementos más terrenales: "Por ejemplo, que no vean su reflejo en un espejo no es más que ese instante que todos vivimos en el que no te reconoces. Cuando dices asustado ¿quién es ese que me está mirando?".

El reflejo de Cronin es el de alguien que ha dado con la mina de oro, pero no porque los vampiros estén de moda sino porque sabe lo que pasa por su mente. Y por la de sus lectores. "Lo atractivo de mis vampiros no es que sean inmortales, que se alimenten de sangre o que hayan sustituido la capa por su desnudez. Es que en su transformación no recuerdan quienes son, pero sienten una terrible nostalgia", describe de unos seres más brutales de lo que sus palabras dan a entender. La misma brutalidad, afirma, con la que un adolescente se da cuenta de que ha dejado de ser niño y se siente invencible a la vez que sufre por primera vez la angustia, el drama, el corazón roto. O con la que se vive la llamada crisis de los cuarenta, ese otro momento en el que Cronin recuerda que los humanos nos preguntamos quiénes somos, con la dura constatación de que la vida ya está en marcha.

El pasaje también quiere ser un ejercicio de individualismo frente al poder de una mente colectiva, que para bien o para mal piense por todos. La reconstrucción de un mundo preindustrial sobre las ascuas de un mundo posindustrial donde cada día puede ser el último pero las necesidades, los deseos y las pasiones siguen siendo las mismas. "Recreo un modo de vida medieval donde los protagonistas visten GAP", se ríe del contraste.

Un mundo en el que no perdona a nadie, da igual lo mucho que haya invertido en un personaje. Su muerte puede estar al pasar la página. "Pero nunca debes creer que está muerto a menos que lo veas muerto", avisa con picardía. Un combinado propio de un best seller donde Cronin admite haber mezclado un poco de todos los géneros que le gustan: costumbrismo, ciencia-ficción, espionaje y acción. Además de un terror latente.

"Quise escribir un libro con cualidades literarias y, a la vez, comercial, que no puedas dejar de leer", resume eliminando de un plumazo esa barrera esnob entre un best seller y un premio Nobel. De ahí que Graham Greene se encuentra entre sus héroes, "alguien igual de bueno en sus novelas serias que en las entretenidas", y que considera a J. K. Rowling como el mejor servicio público brindado a la sociedad por haber devuelto a los niños a la lectura. "Ni creo que la literatura esté en peligro ni que nuestra capacidad de atención haya disminuido", afirma categórico.

Amante de las redes sociales ("aunque Twitter me pilla muy tarde", admite), sabe por sus propias ventas que "los kindles, libros electrónicos y todos estos nuevos juguetes tecnológicos" ofrecen al público nuevas formas de disfrutar de la lectura. Y en cuanto a la capacidad de atención, con la publicación del segundo volumen, The Twelve, prevista para 2012, y del tercero, The City of Mirrors, para 2014, más le vale. "Estoy seguro, porque la televisión, la buena televisión, ha enseñado al público a interesarse por las historias largas. Empezó con Los Soprano, pero desde entonces hemos disfrutado de Perdidos o Mad Men, mi obsesión, como nuestros nuevos Dickens. ¡The Wire es Dostoievski en Baltimore! Como leer Shakespeare en el colegio", admite alguien que también ha disfrutado recientemente de tomos como La historiadora, de Elizabeth Kostova; Pétalo carmesí, flor blanca, de Michel Faber, o Freedom, de Jonathan Franzen.

De nuevo, más le vale porque si algo espera de El pasaje no es fama o fortuna sino algo mucho más básico. "Que mi hija aprenda el negocio familiar", resume este hombre cotidiano que con los terrores que anidan en su mente es el único en el barrio sin decoraciones de Halloween.

Justin Cronin ha logrado estar entre los autores más vendidos en Estados Unidos con <i>El pasaje</i> y ya prepara la segunda y la tercera novela de su trilogía de vampiros.
Justin Cronin ha logrado estar entre los autores más vendidos en Estados Unidos con El pasaje y ya prepara la segunda y la tercera novela de su trilogía de vampiros.Bloomberg

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