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El bebé Mouad fallece 54 horas después de morir su madre

Juan Diego Quesada

El pequeño Mouad murió en la madrugada de ayer, 54 horas después de la muerte de su madre y de haber venido al mundo por una cesárea post mórtem. Un coche conducido por un jubilado había arrollado a la madre embarazada de nueve meses en Collado Villalba. Desde entonces, el bebé había permanecido todo este tiempo con un hilo de vida, pero en el hospital La Paz finalizó su corta y trágica existencia.

El hombre que manejaba el vehículo se llama Valeriano, tiene 66 años, y no son pocas las veces que estos días ha cogido papel y lápiz para dibujar en un croquis lo que ocurrió en el ocaso del domingo. "Déjalo ya, padre, no le des más vueltas", le aconsejan sus hijas. Tratado por un psicólogo y bajo medicación, se ha refugiado estos días en un pueblo de Ciudad Real. "La muerte hay que pagarla, hay que llevarla encima para siempre", reflexiona desde su retiro.

El funeral del bebé se celebrará hoy en la mezquita de la M-30. "Se ha acabado todo, no hay nada más que hacer", sentencia el tío abuelo del pequeño sobre la agonía que se ha vivido. "Era un milagro que yo creía que podía ocurrir. Me he agarrado a esa ilusión para no perder la cabeza", continúa Valeriano.

Le ha dado miles de vueltas a lo ocurrido. Si hubiese cogido otra carretera, si no hubiese perdido de vista ni un segundo a las cuatro mujeres con velo que caminaban por la calle. "Apenas me achuchan un poco me pongo a llorar. Me he venido al pueblo para desconectar un poco porque esto es un sinvivir. Sigo pensando que muchas casualidades se tuvieron que juntar para esto", explica Valeriano, que ha olvidado todo lo que hizo ese día. "Sé que fui al fútbol pero poco más, estoy como hipnotizado".

El atropello de Khadija se produjo en una carretera peculiar de Collado Villalba, con un polígono industrial a un lado y una zona residencial al otro. Una mezcla de camiones de alto tonelaje y familias que pasean con el carrito de los niños. Justo en una cuesta arriba, recta, sin badenes. Valeriano rememora el momento: "He pasado por esa carretera millones de veces. Me la conozco de memoria. Es el camino más corto para llegar a mi casa. Vi a unas mujeres que iban por el lado derecho de la acera. Recuerdo que alguna no iba subida a la acera sino que andaba por la zona en la que se aparca. No iba muy rápido que digamos, lo normal. Me daba el sol de cara. No sé cuántos segundos después de subir la calle sentí un golpe y lo primero que creí es que era un perro o algo. Me tiré del coche y justo me llamó mi hija. Me dijo '¿Por dónde andas?'. Y yo le dije 'En ninguna parte, vente para acá, he atropellado a una señora".

El golpe se produjo a la altura de un paso de cebra. Las acompañantes de la embarazada aseguran que la arrolló cuando lo cruzaba, pero Valeriano cree que fue un par de metros más adelante. "Yo pienso que no tuve la culpa, pero esta muerta la voy a arrastrar hasta el día que me muera", cuenta. Valeriano ha estado medicado y acudiendo a la consulta del psicólogo los días posteriores. Los médicos quieren reducirle la dosis para que pueda acudir a declarar la semana que viene al Juzgado de Instrucción número 1 de Collado Villalba, el encargado de investigar. El jubilado no logra quitarse de la cabeza los momentos posteriores al atropello: "Andaba por la carretera como un muerto, sin saber ni dónde estaba. Era una pesadilla. Un coche que venía en la otra dirección se paró y bajó una doctora. Yo le pregunté cómo estaba la mujer y me dijo que estaba muerta. Después me dijeron que al niño lo habían sacado vivo pero que tenía muy pocas posibilidades de vivir".

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Y así fue. Mouad, el niño milagro, alumbrado en una carretera mientras su madre se desangraba, aguantó hasta la madrugada de ayer. Rachid Jahah, un cocinero que lleva 10 años en España, casi sin habla dijo que de golpe ha perdido a casi toda la familia. Aún le queda una hija de dos años y medio que tuvo con Khadija y que, según sus familiares, lleva días preguntando por su madre.

Los dos cadáveres serán repatriados a Marruecos en un par de días. Allí, en un pueblo del norte llamado Targuist, en la provincia de Alhucemas, espera el resto de la familia. Han seguido el desenlace a través de la televisión internacional. "Ellos necesitan que lleguen cuanto antes los cuerpos, hay que acelerar los trámites", afirmaba Abdessakan Yaoogini, tío abuelo de la criatura, propietario de un restaurante y una taberna y que lleva toda la semana haciendo de portavoz. "Hay que enterrar los cuerpos y después descansar. Este nivel de sufrimiento es insoportable", ahondó.

Rachid estuvo ayer todo el día acompañado de amigos y familiares. Por la mañana renovó un documento de identidad marroquí para poder viajar sin problemas, y por la tarde se encerró en su casa.

A esas horas, las hijas de Valeriano retiraban el coche del depósito municipal, donde permaneció custodiado por la Policía Local hasta que se le realizó el peritaje judicial. Lo llevaron a reparar a un taller. "Hemos roto a llorar al verlo, observarlo con los bollos del atropello ha sido muy doloroso para nosotras", decía una de las hijas. Valeriano, que tenía intención de conocer a Rachid en persona, ha cambiado de opinión. "Lo hará mi familia. Yo no tengo fuerzas para llamarles. Es un palo muy gordo, he matado a la madre y al hijo".

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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