Amores baldíos
En 1923, año en que transcurre El mal de la juventud, los alemanes llevaban su dinero suelto en carretillas: con la hiperinflación, un dólar llegó a valer cuatro billones (con be) de marcos. Theodor Tagger, director austriaco que acababa de abrir el Reinassance-Theater de Berlín (hipotecarse era entonces un negocio redondo), ambientó su obra en la Viena ex imperial de crisis económica y de valores que condujo a la anexión de Austria por el III Reich.
Sus protagonistas, estudiantes de medicina residentes en una pensión, buscan su lugar en el mundo en un momento y un ambiente equivocados. Son puro desasosiego: hijos de la I Guerra Mundial, juventud a la deriva. Lo que atrae hoy de este drama a los muchos directores que lo están montando por doquiera es la manera frontal en que habla de homosexualidad femenina, prostitución inducida, suicidio y vampirismo emocional, tema que lo recorre transversalmente.
EL MAL DE LA JUVENTUD
Autor: Ferdinand Bruckner (Theodor Tagger). Versión: Miguel Sáenz. Dirección: Andrés Lima. Teatro de La Abadía. Hasta el 28 de noviembre.
Oculto bajo el seudónimo de Ferdinand Bruckner, Tagger dibuja un fresco social centroeuropeo en el que sobresalen los caracteres ambivalentes de Marie y de la sáfica Desirée, y la perversidad polimorfa de Freder, manipulador de corazones rotos. El mal de la juventud aúna amoralidad y elegancia. Sus personajes deben perder los nervios y la dignidad pero conservando su aplomo austrohúngaro hasta el final: menudo reto para cualquier actor.
El montaje de Andrés Lima respira atmósfera de época (gracias al vestuario de Beatriz San Juan, la peluquería de Marta Luján y a los claroscuros que dibujan los iluminadores Valentín Álvarez y Pedro Yagüe), pero no tensa la cuerda dramática del malestar hondo de sus criaturas con esa elegancia ingrávida vienesa que envolvía el Liebelei de Schnitzler dirigido por Luc Bondy en el reciente Festival de Otoño en Primavera. A escenas fumarola donde la carga emocional aflora con la presión del vapor, como la del asalto definitivo de Desirée al corazón encastillado de Marie, se suceden otras fuera de estilo, como la última de Marie con su ex novio, que transcurre con el tono de un drama sureño de Tennessee Williams. Hay casacas que no encuentran su percha en esta función. Por físico, voz y carácter, Marta Aledo cuaja una Desirée de alto voltaje. Jesús Barranco da, sin esfuerzo, el perfil oblicuo del extraño doctor Alt.
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