"¡Mira lo que ha hecho, me ha matado!"
Un menor acuchilla a su padrastro imputado por malos tratos familiares
Daniela Pop, trabajadora de un geriátrico, es la mujer de un hombre muerto y, al mismo tiempo, la madre de su verdugo. "Mi pareja se pasaba el día bebiendo, no trabajaba en nada", cuenta en el salón de la casa donde se produjo el crimen. "Me pegaba a mí y a mis hijos. Cuando estaba muy borracho sacaba un cuchillo y lo ponía encima de la mesa para amenazar. Y mira ahora, de cuchillo ha muerto, el pobre".
La familia, de origen rumano, vive en un bonito dúplex de Fuente el Saz de Jarama desde hace algo más de un año. Alejandro R., un chico problemático de 15 años, discutía habitualmente con su padrastro, Dumitru Matei.
La noche del viernes se enzarzaron mientras bebían cerveza en presencia de otro familiar. El hombre, según ha declarado el menor en el juzgado, le dio dos puñetazos y una bofetada. A continuación, el padrastro agarró un cuchillo y los dos comenzaron a forcejear en la cocina. Matei acabó con el arma clavada en la barriga y llegó a decir: "¡Mira lo que ha hecho. Me ha matado!".
El fallecido tenía 43 años y estuvo imputado por malos tratos en el ámbito familiar por el Juzgado número 1 de Violencia de la Mujer de Torrejón de Ardoz.Daniela Pop conoció a Dumitru hace seis años en Turda, una ciudad situada a orillas del río Aries, en Rumanía. Ella tenía tres hijos -dos varones y una chica- de una relación anterior, pero a él no le importó. Le gustaban los niños. La pareja ideó un futuro laboral mejor y se trasladó a España. Los menores se quedaron mientras tanto con sus abuelos y la madre iría acogiéndolos a medida que encontrase empleo. Después de recorrer varios municipios en Madrid, Daniela y su pareja, Dumitru, se instalaron definitivamente en Fuente El Saz.
Daniela había sido contratada por varias residencias de ancianos. El marido hacía algunas chapuzas pero nada fijo. Los niños llegaron finalmente a España en septiembre del año pasado. Alejandro, el mayor, tuvo problemas desde que llegó a Fuente El Saz. Cometió varios robos. Estampó el coche de una vecina. Se metió en peleas. "Un chico muy problemático", resume un vecino de la localidad a la puerta de una tasca.
En casa, el adolescente no paraba de pelear con el marido de su madre, con el que se picaba en ocasiones por un juego de cartas con el que solían pasar el tiempo. Alejandro no se adaptó muy bien a su nueva vida en España. "Me decía que yo no era su madre, que se había criado con sus abuelos y que a ellos los quería y a mí no", relata Daniela. En abril, el chico cogió los bártulos y volvió a Rumanía. No fue hasta hace 15 días que regresó a Fuente El Saz, a punto de cumplir los 16 la próxima semana, para buscar un trabajo.
El dúplex de la familia se encuentra en el número 5 de la calle de las Cruces, detrás de una iglesia. En el apartamento cuelgan almanaques ilustrados con la vida de Cristo. Bajo la mesa del salón, unas pistolas de aire comprimido. Un amigo del muerto se afanaba ayer en quitar los últimos restos de sangre del suelo de la cocina. La noche del crimen el homicida bebió tres latas de cerveza en la calle, según cuenta su hermano. Por su parte, el padrastro llevaba buena parte del día enganchado a la botella. Los investigadores que han intervenido en el caso destacaron el fuerte olor a alcohol que había en toda la casa.
"Les dije que no se pelearan", recuerda Daniel, el menor de los hermanos sentado en la cama. "Mejor dormid y mañana habláis tranquilos. Pero estaban siempre pegándose, insultándose. Esa noche se mataron". Es un chico muy expresivo. Hace el gesto beber de una botella en el aire. "Ese era el oficio de mi padrastro", y muestra una foto suya en el móvil en el que se ve a Dumitru en chándal y con barba de varios días. El chico asegura que el padrastro le pegaba, pero que ya no le tiene rencor por ello. El fallecido estuvo imputado por malos tratos en el ámbito familiar por el Juzgado número 1 de Violencia de la Mujer de Torrejón de Ardoz, aunque al final Daniela retiró la denuncia.
Esta semana espera incorporarse a las clases de un instituto situado en el barrio del Pilar, pero mientras tanto Daniel, pequeño y con el pelo rubio de punta, trabaja por horas en el locutorio de un compatriota rumano donde suele ocuparse de ordenar la estantería.
Allí se encontraba cuando le avisaron de la pelea mortal entre su hermano y el padrastro. La madre en ese momento bajaba del autobús, camino de casa, después de haber trabajado todo el día en un geriátrico en Cobeña. El hermano de Daniela, que acompañaba al agresor y a la víctima, fue testigo de todo lo ocurrido. Vio cómo se insultaban en el sofá del salón y cómo se golpearon, aunque asegura no haber visto en ningún momento el cuchillo. Solo lo vio una vez clavado en el cuerpo de Dumitru que dijo: "Mira lo que me ha hecho, me ha matado".
Los servicios de emergencia encontraron a Dumitru en parada cardiorrespiratoria y no pudieron reanimarlo. Alejandro, apenas un adolescente, salió esposado por la puerta. La Guardia Civil intenta esclarecer todos los interrogantes del crimen.
La familia no despierta muchas simpatías en este pequeño pueblo de 6.000 habitantes. No son pocos los que les tenían temor. Los vecinos se quejan del jaleo que había habitualmente en la vivienda, con gritos y música hasta altas horas de la madrugada, y los comerciantes de la zona han mostrado su malestar por los continuos hurtos que sufrían. Tanto el padrastro como los dos hijastros tienen antecedentes por robo con fuerza. "Mis niños han cogido miedo, no quieren salir a la calle", cuenta un vecino del mismo edificio a través de la ventana. "Lo mismo robaban una caja de vino del bar de enfrente que los veías trepando por la azotea intentando colarse en alguna casa. Ha sido un caos desde su llegada".
La comunidad de propietarios había debatido cómo podían obligar a la familia a dejar el apartamento, por el que adeudaban varias mensualidades, según cuenta este mismo vecino. Y el dueño de la vivienda, un conocido vecino del pueblo, había comenzado ya los trámites para llevar a cabo un desahucio. "Voy a dejar que hable la justicia", resume el propietario, "decir algo sobre este tema me puede perjudicar".
"No ha sido fácil", replica la madre, Daniela, doble víctima de esta tragedia. Es otro país, estuvo muchos meses en paro, su pareja tenía problemas de alcohol y sus hijos se criaron lejos de ella. "Dirá la gente muchas cosas malas, pero he trabajado como una burra para sacar esto adelante. No he tenido una vida de rosas", dice, con cara de agotada. Lleva 36 horas sin dormir. Su pareja ha muerto y su hijo está entre rejas. "¿Es justo?", se pregunta.
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