La exportación es un problema de Estado
Los españoles nos hemos acostumbrado a comprar en el extranjero mucho más de lo que vendemos a otros países y ese hábito nos cuesta muy caro. Es cierto que las exportaciones se han animado en 2010 tras una fuerte caída en 2009, pero este dato es poco significativo frente al carácter estructural del problema. En 2007 y 2008, dos ejercicios de bonanza en los que el PIB español alcanzó el billón de euros por primera vez, el déficit comercial rozó los 100.000 millones de euros. Es decir, el 10% de todo lo que producíamos se esfumaba en compras de bienes en el exterior.
La reincidencia nos sitúa como el tercer país con mayor déficit comercial del planeta en la última década, tras Estados Unidos y Reino Unido. En el lado opuesto de la tabla, países exportadores como China, Alemania, Holanda y Suiza (además de los poseedores de recursos) ven engrosar sus arcas año tras año con sus ventas en el exterior. Gracias al turismo, España tiene un superávit en la balanza de servicios, pero cubre menos de un cuarto del déficit en el comercio de bienes.
El déficit comercial es la asignatura pendiente de nuestra economía exterior y hay que reducirlo
En los últimos 20 años, hemos sabido adaptarnos bien a la globalización. El grado de apertura de la economía española (suma de exportaciones e importaciones de bienes y servicios con relación al PIB) ha crecido, y hemos pasado a ser inversores netos en diversas regiones, sobre todo en América Latina. Muchas de las empresas del Ibex 35 facturan más en el extranjero que en España, en porcentajes realmente llamativos: por ejemplo, Banco Santander y Técnicas Reunidas, más de un 70%, Iberia y Telefónica, más de un 60%, mientras que BBVA, Iberdrola, o Repsol realizan aproximadamente la mitad de su negocio fuera de nuestras fronteras. Otras empresas de menor dimensión se baten también con fuerza en mercados difíciles, lo que es muy loable.
Sin embargo, el déficit comercial es la asignatura pendiente de la internacionalización de nuestra economía, y hora es de reconocer que hay que hacer más esfuerzos para enjugarlo. Esta es una tarea de Estado, donde tiene que darse una actuación coordinada de gran envergadura que implique a Gobierno, oposición, comunidades autónomas y otras administraciones, junto con las empresas. Es un caso típico en el que los sectores públicos y privados tienen que trabajar de la mano y las políticas comerciales, fiscales e industriales combinarse mejor con la política exterior y de cooperación.
Para reducir el déficit hay que aumentar las exportaciones y también deben reducirse las importaciones. A este respecto, hay que evitar el proteccionismo, pero las empresas y el público deberían conocer el valor del made in Spain ante productos de iguales características. Igualmente, habría que identificar los sectores en los que pueden racionalizarse las importaciones con la acción del Gobierno, comenzando por el ahorro de energía.
En cuanto a las exportaciones, hay que concentrarse en las potencias emergentes y en los países con recursos naturales. Nuestras ventas exteriores están demasiado concentradas geográficamente, ya que el continente europeo consume el 70% del total, y las campañas para dirigirlas hacia nuevos mercados no han sido exitosas hasta ahora. La Secretaría de Estado de Comercio Exterior, el ICEX y las comunidades autónomas realizan una gran labor de información a las empresas y de promoción de nuestros productos en el extranjero, y se han creado hasta 13 Planes Integrales de Desarrollo de Mercados (PIDM) en países que constituyen objetivos preferentes. No obstante, estos planes se estrellan con la tozuda realidad de un aumento de las importaciones provenientes de esos países que supera a la subida de nuestras exportaciones. El problema de fondo es el exiguo valor de nuestras ventas en los actores con mayor potencial: cada uno de los tres últimos años vendimos a Bélgica mucho más que a China e India juntas, exportamos a Grecia más que a Brasil, y a Holanda el doble de lo que facturamos a Rusia. Pero lo mismo ocurre con mercados tradicionales: en Estados Unidos, las importaciones provenientes de España ocupan el lugar número 32 en su lista de suministradores.
Ante un déficit comercial profundo y de larga data, las medidas de corte administrativo o las visitas esporádicas de responsables políticos al extranjero son insuficientes. En tiempo de crisis, es preciso un reconocimiento público del problema y una acción política al máximo nivel que permita una reorientación de diversas políticas hacia el mismo objetivo y una mejor coordinación de los recursos y los actores concernidos.
Martín Ortega Carcelén es profesor de Derecho Internacional en la Universidad Complutense de Madrid.
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