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Reportaje:Apuntes

La Universitat de València pierde a la generación que la refundó

La institución jubila a 200 profesores, entre ellos varios referentes históricos

Ignacio Zafra

La Universitat de València ha perdido en dos años a 196 profesores por jubilaciones incentivadas (la gran mayoría) o forzosas. Cuantitativamente no son tantos: el 8% del profesorado funcionario. Desde otro punto de vista, sin embargo, lo que se está marchando es la generación de docentes que refundó la universidad tras el final de la dictadura. Profesoras como Julia Sevilla, que estudió en una facultad (Derecho) donde las clases las daban los catedráticos y en la que todos los alumnos (que eran muchos menos que ahora) llevaban corbata. Sevilla vivió esa etapa como estudiante y empezó a dar clase en otra facultad (Económicas) en la que a mediados de los setenta se abría paso un modelo autogestionado en el que docentes y alumnos pactaban las asignaturas, y donde los profesores, en cuanto se acercaba el verano, llegaban al aula en pantalón corto.

Tomaron el control de la universidad tras el final de la dictadura
"Lo peor fue la funcionarización galopante", afirma Gregorio Martín

Se marchan los profesores que tuvieron la responsabilidad de dirigir la Universitat en su adaptación democrática, que la imaginaron como una herramienta de transformación social, que en algunos casos la abandonaron para integrar las nuevas Administraciones municipales y autonómicas, y que más tarde encontraron en ella un lugar al que volver. Una generación que ha marcado el carácter de la institución durante tres décadas.

¿Cuál es el balance? "Se ha mejorado claramente en la conexión con la sociedad, a nivel de transferencia de conocimientos útiles. También en la calidad de la investigación. Después, no hablaría tanto de en qué ha empeorado como de la diferente situación sociopolítica que se vive dentro y fuera de la universidad. En la época de la Transición la gente de a pie de la universidad se sentía mucho más involucrada en la marcha global de la institución", responde Ramon Lapiedra, el histórico rector que dirigió la Universitat desde 1984 hasta 1994, que seguirá vinculado a la Facultad de Física como profesor emérito.

"Lo mejor ha sido haber multiplicado por 10 los estudiantes, y que parte de esta generación, no fue mi caso por motivos económicos, pudo salir más allá de las fronteras", afirma el catedrático de Robótica Gregorio Martín. "Se descubrió también la investigación a través de la cultura del paper (artículo científico), que supuso descubrir una colectividad científica mucho más amplia de lo que podíamos imaginar".

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En el debe, Martín señala el proceso de "funcionarización galopante" de unos profesores que se colocaron muy jóvenes (no en el mal sentido, matiza) y que en cierta forma no fueron "solidarios con las siguientes generaciones". La funcionarización contribuyó igualmente, opina Martín, a que no comprendieran bien los cambios que se avecinaban. "No entendimos bien el proceso de la globalización. El impacto de China por ejemplo. Ni tampoco [el proceso de] Bolonia. No lo critico, pero es un marco de referencia para la universidad que no representamos. Nosotros vivimos una universidad básicamente teórica que funcionaba con la lección magistral, y ahora vemos que hay una demanda de nuevas formas de conocimiento, más democráticas".

En la segunda mitad de los años ochenta, sigue Emèrit Bono, catedrático de Economía Aplicada, la Universitat "se asentó y se profesionalizó". "Aquella herramienta transformadora, como la pensábamos inicialmente, ya no era la misma. En parte porque muchos objetivos se habían cumplido. Y porque no puedes mantener una caldera a presión sistemáticamente. Pero estando más baja también se pueden hacer muchas cosas". Bono fue uno de los profesores que integraron el Consell socialista y más tarde volvieron al departamento. "No creo que representara ningún problema. No volvieron muy enriquecidos académicamente, pero sí con un sustrato muy importante de enriquecimiento en su tarea política y cívica", afirma Lapiedra.

La cosa venía de antes pero aquello reforzó la idea de que la Universitat era el último reducto del progresismo valenciano. "La Universitat está más escorada hacia el centro izquierda que la sociedad", dice el ex rector. "Y sobre todo, la gente es más sensible al comportamiento de los responsables de la institución. Hay políticos que están acusados de delitos graves, como Carlos Fabra [presidente de la Diputación de Castellón], el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, o el presidente de la Diputación de Alicante [José Joaquín Ripoll]. Todo eso sigue adelante sin que produzcan dimisiones y sin que la opinión pública y los votantes respondan. Lo empiezan a tener en cuenta, pero no tanto como deberían. Yo creo que si un rector estuviera acusado, en esta universidad o en otras, de lo que están acusados algunos políticos, su situación sería absolutamente insostenible. Porque el votante (aquí se elige al rector) no lo permitiría".

De las 196 jubilaciones de los dos últimos años, 25 han sido forzosas y 171 incentivadas en unas condiciones muy ventajosas. Resumiendo: los profesores se retiran anticipadamente a partir de los 60 y la universidad les completa el sueldo que tenían hasta que cumplan 70. Entre los forzosos están Lapiedra, Sevilla y Bono. Entre los muchos voluntarios, Eduardo Galán, que daba clase de Matemáticas en Magisterio.

¿Qué piensa hacer ahora? "Yo no me jubilé nada más cumplir los 60 por esperar a un compañero con el que siempre he ido junto. Y no tengo planes. Vivir. Pero no pienso aburrirme tampoco. No me he planteado apuntarme a hacer eso que no había hecho, porque además son cosas inalcanzables, como aprender inglés. No puedo viajar porque tengo una hija de 14 años y podré viajar cuando viajan los padres con críos en edad escolar. Mi mujer es más joven que yo y está trabajando. Y tampoco te creas que se nota tanto. Yo daba ocho horas semanales y cumplía en exceso mis horas de permanencia en el despacho, pero tenía un montón de horas que la gente me preguntaba: ¿Tú cuándo trabajas? Sí pienso apuntarme a la sociedad micológica y a dos o tres tonterías, pero nada de escribir libros. El compañero que se ha jubilado conmigo tampoco tiene montados proyectos. Bueno, mañana nos vamos a buscar rebollones".

Imagen de una asamblea de la Facultad de Medicina de la Universitat de València celebrada el 20 de octubre de 1977.
Imagen de una asamblea de la Facultad de Medicina de la Universitat de València celebrada el 20 de octubre de 1977.José penalba

Solo hay sitio para 20 eméritos

Al principio no arrancaba, pero finalmente muchos profesores se han acogido al plan de jubilaciones incentivadas de la Universitat de València. Una oportunidad en condiciones tan favorables (más en tiempos de crisis y de debate sobre el retraso de la edad de jubilación) que el equipo de gobierno de la institución negocia desde hace tiempo con los sindicatos su reforma.

Muchos otros profesores, sin embargo, no se han acogido al plan (la Universitat tiene la edad media más alta de los campus valencianos y está en el grupo de cabeza en España). Y parte de los que han aguantado hasta el último día en su puesto hubiesen preferido seguir trabajando aunque fuera con menor intensidad.

En eso consiste más o menos ser profesor emérito. Una figura que supone cobrar un pequeño sueldo compatible con la jubilación (la suma de ambos suele ser bastante inferior al salario de un docente en ejercicio). Las obligaciones incluyen impartir algo de docencia (en tercer ciclo) y, sobre todo, investigar. Un profesor emérito lo es, honoríficamente, para siempre. En la práctica, sin embargo, el contrato es de tres años prorrogables hasta un máximo de seis.

Aunque a muchos les gustaría serlo, la política de la Universitat es restrictiva por motivos presupuestarios y, quizá aún más, de falta de espacio físico. En la Universitat de València solo hay 20. Todos ellos fueron nombrados eméritos después de un largo proceso que empieza con la propuesta de un centro (o al menos de dos departamentos) y requiere tener un mínimo de tres sexenios de investigación acreditados.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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