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Necrológica:IN MEMÓRIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El libro y el desierto

Como ha contado su hija Julia, poco antes de morir, Ricardo Doménech pidió al médico que le trataba que le operara. El doctor lo veía demasiado arriesgado y y doloroso. "Necesito tres meses más para terminar el libro", insistía él, y el médico, atónito: "Y tanto dolor, ¿por un libro?". Quiero pensar que entonces Ricardo se echaría a reír; sabía muy bien lo que cuesta alumbrar un buen libro, porque llevaba toda la vida haciéndolo él y enseñando a hacerlo a los demás. Sé lo que digo: yo estaba a punto de tirar la toalla con mi primera obra, hace ya 25 años, cuando aquel profesor de dramaturgia a quien acababa de conocer y que no tenía mayores razones para confiar en mí, me obligó a terminarla.

Más información
Ricardo Doménech, nexo del teatro español del siglo XX

Él pertenece a una especie desconocida para el gran público pero esencial para la profesión teatral, y acaso para todas: la de aquellos que, como investigadores, profesores o gestores, desbrozan el terreno para que luego pasen los demás con comodidad. Un poco como los héroes melancólicos del western que, al final de la película, y tras haberse jugado el pellejo, se hacen a un lado y contemplan, desde lejos, la civilización que gracias a ellos va a construirse en un rincón del desierto donde, hasta entonces, solo había sed, coyotes y forajidos.

Ricardo, que cojeaba no por el peso del revólver sino por la polio, cruzó unos cuantos desiertos armado de libros y paciencia en un país que se reía de la idea de que el teatro fuera una cosa seria y merecedora de estudio. Hoy hay una generación de dramaturgos jóvenes y poderosos (Paco Bezerra, José Manuel Mora, Lucía Vilanova, Lola Blasco, ¡tantos otros!) que pudo desarrollar su talento porque Ricardo y otros de su raza cargaron a la espalda la aventura de llevarle la contraria a los tiempos y dignificar la enseñanza del teatro. En el tanatorio le vi delgado, casi transparente. Pero supe que no estaba así por la enfermedad, sino porque dejó tanto de sí en tanta gente que apenas se guardó nada para él. Una manera hermosa de perdurar.

Ignacio García May es dramaturgo.

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