El sueño perdido del G-8

Con la crisis económica, España ha despertado de un sueño: el de pertenecer al grupo de los ocho países más ricos del mundo, el llamado G-8. En realidad, España, que había logrado el milagro de situar su PIB entre los mayores del mundo, dejó de ser la octava potencia económica hace ya dos años.

Ahora, con los datos preliminares que ha ofrecido el Fondo Monetario Internacional, se sabe que no solo Canadá ha ganado la partida (ha disputado el octavo puesto a España durante casi un decenio), sino que ya en este año se sitúan por delante Rusia e India, países altamente poblados, lo que dificulta que España vuelva a formar parte algún día de ese top ten mundial.

El milagro económico español durante el siglo XX, que se inició en los sesenta y se consolidó a partir de la transición política y la incorporación a la UE, ha sido en las últimas décadas un magnífico regalo para los inquilinos de La Moncloa. José María Aznar, que dejó dicho que el milagro era él, fue el primer presidente que soñó con entrar en el G-8. Años antes, cuando Felipe González lograba nuevos fondos europeos, Aznar le llamaba pedigüeño y rumiaba su próxima estrategia de exigir un lugar en ese Olimpo, lo que hizo en 2002 aprovechando su presencia en la cumbre del G-8 en su condición de presidente de turno de la UE.

Zapatero desechó la idea (había demasiados europeos en el G-8), pero presumió de estar en la Champions League y aventuró que España ya había sobrepasado a Italia y se acercaba a Francia.

La contracción del PIB español y la mejora de otros ha relegado al país a la 12ª posición en el ranking de la riqueza. Es probable que tal cosa deje fríos a esos millones de españoles que no tienen trabajo o viven con bajos salarios. Pero así son las estadísticas. Dicen que España sigue siendo uno de los países más ricos. También, que China es la segunda potencia mundial, aunque su riqueza por habitante es seis veces menor que la española. Y que India es más rica que España, aunque cada español es 13 veces más rico que un indio si se mide en PIB por habitante.

Siempre habrá alguien en peor situación que uno mismo, una estadística que utilizar para evitar el desánimo y un G-20 al que un mandatario español pueda acudir con voz, voto y orgullo.