Delhi tiene envidia de Pekín

El domingo se inauguraron en Delhi los XIX Juegos de la Commonwealth, para orgullo indio y emulación de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, que fueron la puesta de largo mundial de China.

Y la celebración de Delhi, con más de 7.000 figurantes, un escenario de 508 toneladas de andamiajes y atrezos, el color a lo bazar de Kipling, la exuberancia musical del Bollywood cinematográfico local, una mascota, como aquel Naranjito español de 1992 aunque con las garras y fauces del tigre Shera, y un costo global de unos 7.000 millones de euros, ha sido todo un lenitivo para la sensibilidad nacional.

El Gobierno de Mammohan Singh tuvo que luchar para asegurarse la celebración del acontecimiento, puesto que algunos de los más de 70 países miembros de la Comunidad Británica de Naciones -que tiene algo de Naciones, poco de Comunidad y nada de Británica- temían que Delhi no estuviera en condiciones políticas ni materiales de organizar la justa. Retrasos y deficiencias en el estreno de dependencias e instalaciones, así como el derroche y aparente desvío de fondos, que en India se cubre con el calificativo general de nepotismo, habían hecho dudar de que el nuevo poder emergente de Asia del sur pudiera disfrutar de esta première mundial.

Las ausencias no han sido por ello menos notables. La propia reina de Inglaterra, Isabel II, octogenaria, es la primera vez en 44 años que se ausenta de semejante pasarela deportiva, y ha sido sustituida por el príncipe heredero, Carlos, que con su porte de burgués cincuentón despierta mucha menos ternura. Pero aún son más de lamentar los abandonos deportivos, como el de los grandes corredores de los 100 metros lisos Usain Bolt y Asafa Powell, cuyos oros resplandecían ya en las mentes de todos los aficionados.

Hace muchos años que el deporte es una prolongación de la guerra o de la política por otros medios, afortunadamente incruentos, pero no está demostrado que las sumas ingentes dedicadas a la exhibición de un chauvinismo normalmente del peor gusto estén plenamente justificadas. Nadie se opone a que el deporte fomente la paz universal, pero podría salir mejor de precio.