_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Puntos de inflexión

El PSOE ha presentado a los aspirantes a ocupar las alcaldías de las ocho capitales andaluzas y de los municipios de más de 50.000 habitantes. Ahora sí empieza la campaña. El candidato estrella, por lo que representa Sevilla para el socialismo, ha sido Juan Espadas. En torno a este aspirante a la alcaldía, y en menor medida a la candidata por Jaén, ha girado el acto. Un acto en el que a Juan Espadas, arropado por los presidentes del Gobierno de España y de Andalucía, se le ha visto con ganas y con apariencia juvenil. Camisa blanca con mangas remangadas hasta los codos, sus recientes lentillas y un cierto nerviosismo en las primeras palabras que ha dirigido a los militantes socialistas dan muestras de ello. Un nerviosismo, además, que en cierta medida le engrandece y refleja el saber de la inmensa y difícil tarea que va a abordar: Nada más y nada menos que seguir gobernando en Sevilla. Su discurso, mas que discurso su arenga inicial en esta andadura electoral, está dirigido a motivar al electorado que vota socialismo. Intenta que no se quede en su casa y se imponga la abstención, tal como anuncian los datos que se facilitan con las encuestas.

Unos datos que reflejan una cierta desmovilización causada en gran parte por la crisis económica y por las austeras medidas impuestas por el Gobierno central frente a la crisis. También por los ataques del PP contra el socialismo que, descansando en una estrategia definida y largamente mantenida, tratan de lograr el desencanto de quienes les votan. Se intenta conseguir que, cuantas más personas se avergüencen de sus sentimientos socialistas, mejor. Intentan hacer ver que cualquiera de sus votos perjudicaría sus intereses, los del Estado, la comunidad y los de cada provincia y cada pueblo. Esta es la arenga de la de que se sirve el aspirante Espadas para ser el punto de inflexión que pueda cambiar los datos electorales actuales. A pesar de todo, en su arenga destaca el deseo de desarrollar una campaña limpia, centrada en la ciudad y únicamente dirigida a motivar al electorado.

Sin embargo, no es bastante. En alguna ocasión he utilizado la expresión de "ceñirse al viento", que tanto practican moteros y navegantes a vela. Pues bien, el PP, su aspirante a la alcaldía de Sevilla y su aspirante a presidir la Junta de Andalucía, están en la oposición por méritos propios. Una oposición que va a seguir con su estrategia constante de descalificaciones y de degradación de la vida pública con una ausencia total de compromiso con los ciudadanos, como se está viendo en estos tiempos de crisis.

Es como si los dirigentes del PP tuvieran derecho a ostentar el poder sin compromiso alguno y los ciudadanos obligados a otorgarles sus votos. Un ejemplo: en Sevilla, el PP, en la anterior campaña municipal, tachó al alcalde y "su banda" de inflar facturas -todas, por cierto, en cuantías irrisorias-. Nadie del gobierno municipal está imputado, como tampoco nadie de la Junta lo está ni en este ni en ninguno de los casos que se siguen en Málaga. El único sobre el que ha recaído una imputación -y débil al decir de los jueces- ha dimitido. En Valencia y en Alicante hay más imputados del PP por corrupción política que abogados en el caso Malaya y no precisamente por cuatro facturas cuyo importe no supera el valor de los trajes por los que está imputado Camps. A pesar de esta realidad, el PP insiste que la vida pública andaluza está llena de bandoleros.

Hace bien Juan Espadas en exigirse una campaña limpia, pero la campaña no se ensucia por poner de manifiesto estas contradicciones del PP. Tampoco porque se destaque que muchos de sus dirigentes están imputados por meter mano en lo público, como ocurre en Valencia o en Alicante, ni porque sigan en el poder. No porque discursos y leyes se usen e interpreten a su antojo. Y nada hace pensar que si gobiernan en Andalucía sean diferentes. Sí a un proyecto de ciudad pero, si se quiere movilizar a los ciudadanos, hay que destacar el compromiso y la responsabilidad para que vuelvan a confiar en sus gobernantes. Sería el punto de inflexión.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_