El milagro brasileño
Brasil está por cerrar una etapa de su historia y abrir otra. Los años de Lula quedarán sin duda como algunos de los más excepcionales de la trayectoria de este país, que se ha convertido en una potencia mundial, la séptima en términos de PIB nominal, por delante de muchos países de la OCDE.
En el ámbito petrolero, con los descubrimientos recientes en Río de Janeiro, Brasil se está igualmente convirtiendo en uno de los mayores productores y exportadores de crudo del mundo. Petrobras, la mayor empresa del continente desde el punto de vista de capitalización bursátil, ya es una de las grandes del sector y además un jugador innovador, con capacidad tecnológica en aguas profundas e impulsor de diversificación hacia los biocombustibles y el etanol en particular. La compañía también es y será un eje importante de diversificación. El Gobierno brasileño insiste en que Petrobras se suministre al 65% en su propio país para construir sus buques de transporte de crudo, las plataformas y todos los servicios posibles de una industria que, en Noruega -otro país petrolero que fomentó una estrategia similar con su campeón nacional, Statoil-, se ha convertido en un ejemplo potentísimo para diversificar hacia clusters de alta tecnología.
El país ha apostado por el capitalismo, pero no ha dudado a la hora de inventar caminos propios En solo 30 años, Brasil ha pasado de importar alimentos a convertirse en una potencia agrícola
Quizás el milagro brasileño esté también ahí: en esa combinación única de pragmatismo en materia de políticas económicas tanto macro como micro, donde se apuesta por el capitalismo de mercado pero no se duda a la hora de inventar caminos propios. Cuando todo el mundo (organismos internacionales, economistas de las universidades Ivy League...) aconsejaba que había que privatizar todos los bancos, Brasil mantuvo la calma, promoviendo diversidad: unos bancos se privatizaron, algunos incluso fueron comprados por extranjeros, otros se mantuvieron públicos, otros en manos de inversores privados nacionales.
Esta combinación única ha permitido sin duda al país capear la crisis global de 2008-2009 con más capacidad que otros, pudiendo activar cuando fue necesario los canales de financiación bancaria pública y animando a su vez a los bancos privados nacionales y extranjeros a mantener también las líneas de crédito. Lo mismo está ocurriendo en sectores en los que los brasileños escucharon reiteradamente la famosa frase "que inventen ellos", que no convenía obsesionarse con campeones nacionales, en particular en lo referente a la alta tecnología. Aquí también -y con razón de nuevo- los brasileños no escucharon los consejos de los expertos y sabios internacionales, y hoy en día Embrear se codea con la canadiense Bombardier como la mayor empresa de aviación en su segmento.
Hay un sector donde el milagro brasileño fue total: la agroindustria. No solo se están levantando grupos de nivel mundial como Brasil Foods, Cosan o JBS Friboi, sino que aquí se ha producido una auténtica revolución verde a base de innovación y esfuerzos repetidos a lo largo de tres décadas. En apenas treinta años Brasil ha dejado de ser un importador de alimentos para convertirse en una potencia agrícola de primer nivel mundial, codeándose con los tradicionales cinco grandes de este sector: EE UU, Canadá, Australia, Argentina y la Unión Europea. Es el primer país de la franja tropical en dar semejante salto, puesto que todos los demás son países de zonas templadas tanto del hemisferio norte como sur.
El boom de productividad experimentado por las granjas brasileñas ha sido espectacular: entre 1996 y 2006, las cosechas del país crecieron más del 360%; las exportaciones de carnes se multiplicaron por 10, superando a Australia como segundo mayor exportador mundial; Brasil es hoy en día el mayor exportador mundial de etanol y de caña de azúcar; un tercio de la soja mundial exportada procede del país. Todo ello se ha conseguido a base de innovación y productividad: para hacerse una idea del milagro que aquí se ha producido cabe recordar que hoy día Brasil produce un cuarto de la soja mundial, y todo ello a partir de solo el 6% del total de la tierra cultivable del país. Todo ello se ha logrado, además, a pesar de los tópicos que siguen persiguiendo al país y sin subvenciones ni intervencionismo a ultranza del Estado: según la OCDE, las ayudas estatales a los agricultores apenas alcanzan el 6% de los ingresos de las granjas, cuando en EE UU superan el 12% y el 26% en promedio en los países OCDE (29% en la Unión Europea). Es decir, aquí el mundo se da la vuelta: las mejores prácticas están en los emergentes, y no en los desarrollados, en Brasil y no en los países OCDE.
Otro tópico difícil de deshacer es que este milagro se ha conseguido a base de deforestación masiva del pulmón del mundo. En realidad, la expansión de las granjas ocurrió a más de 1.000 kilómetros de la Amazonia, en las tierras ácidas de la región del Cerrado. Allí, una agencia estatal, Embrapa, a partir de 1973, empezó por importar especies y animales, y adaptó la soja procedente de Asia a los climas y tierras de Brasil a base de investigación genética, ensayos y errores que llevaron varios años para, finalmente, desembocar en el milagro de productividad que envidia el mundo entero. A base de innovación también en los procesos y productos, Embrapa consiguió acortar los ciclos de producción de la soja de tal manera que se logran hoy en día dos cultivos al año. Y la soja no fue el único ámbito donde se dieron saltos inesperados. Hoy en día Brasil es el primer exportador mundial de zumos de naranja, de pollos, de café, de carnes, de azúcar, el segundo exportador mundial de maíz, el cuarto de algodón y de cerdo.
El potencial del desarrollo de este sector agroindustrial es además inmenso: de aquí a 2050 la población mundial seguirá creciendo, pasando de 7.000 a más de 9.000 millones de habitantes. De todos los países del mundo Brasil es el que posee más tierras cultivables por explotar: según la FAO, tiene más tierras disponibles que los dos países siguientes juntos (EE UU y Rusia), y todas ellas de nuevo muy alejadas de la región de Amazonia, todas ellas en el Cerrado, que ya concentra 70% del total de la producción brasileña. A esto se le añade el hecho de que Brasil tiene más de 8.000 mil millones de metros cúbicos de agua todos los años: Brasil por sí solo (con 190 millones de habitantes) posee más agua potable renovable que toda Asia (con 4.000 millones de habitantes).
El milagro brasileño fue así tanto democrático como económico. Hoy en día otros países tropicales buscan importar las innovaciones brasileñas. Lo que sí llama la atención es que no hubo atajos: Embrapa no logró todo ello del día a la mañana, sino a base de esfuerzo, ensayos y errores, apuestas audaces y algo de suerte, es decir, a base de innovar y emprender.
Javier Santiso es profesor de Economía de ESADE Business School.
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