Maltrato es maltrato
Hace unos meses, cuando los políticos catalanes optaron por prohibir las corridas de toros, me alegré, creyendo que eran los representantes de una sociedad avanzada que despreciaba las costumbres bárbaras de maltratar como espectáculo a los animales.
Hice oídos sordos entonces a quienes atribuían tal gesto a un antiespañolismo recalcitrante y pensaba, entonces, que quienes lo decían eran unos malos perdedores.
Ahora, recibo la decepcionante noticia de que aquellos mismos señores amparan otro maltrato indigno a la misma especie animal. Más allá de sus pobres argumentos, quiero expresar mi desilusión por la gran ocasión perdida para haber señalado el camino. Se han quitado la máscara, y ante mí aparecen como unos pobres provincianos empeñados en leer la historia y las costumbres como una secuencia de agravios irreparables. Tanto atraso es torturar a un animal, como justificarlo según en qué lado de la demarcación imaginaria se produce el hecho. ¡Qué lástima, cuánta miseria!
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