Reeducación
Administrar la escasez. Esa es, según los economistas, la única salida posible, tras haber gozado de unos tiempos insensatos en que se dilapidaba lo que nunca fue abundante. La ilusión de la sobreabundancia se esfumó, ahora sería deseable que nos enteráramos todos. A los pocos días de lanzar el Gobierno central sus medidas de recorte aún había quien echaba un pulso al Estado reclamando la construcción del AVE prometido: lo que era sin duda una falta de solidaridad con unas cuentas comunes que no cuadran se vendía a los cuatro vientos como una lucha por los compatriotas. ¿Pero quiénes son los compatriotas? Ahí ha estado la confusión endémica de este Estado más federal que algunos países federales: ¿son los de tu comunidad más compatriotas tuyos que los de la comunidad vecina o que los de aquella otra provincia del sur? Espero que Manuel Chaves, que ahora desde el Gobierno central tiene que velar por las relaciones entre las distintas autonomías, se replantee la filosófica pregunta a la que dio una respuesta afirmativa durante su mandato como presidente de la Junta de Andalucía: ¿es el río Guadalquivir propiedad de los andaluces? ¿solo para ellos es el beneficio de su caudal? ¿y qué hacemos con ese tramo que afecta a Extremadura?
En estos días el Gobierno ha propuesto un ente gestor global que coordine las aguas de los ríos españoles. Todo esto, después de que el sistema alentara la existencia de una casta de políticos populistas que ganan votos inflando el orgullo estéril de sus habitantes y haciendo caso omiso de los expertos que abogan por el bien común y el gasto racional de recursos, es más difícil de llevar a cabo de lo que parece. Hemos vivido un tiempo en que lo romántico estaba por encima de lo sensato. Y ahora, a este país no le basta una crisis para aprender a comportarse, necesita un periodo de reeducación.
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