Huelga de celo
Jueves 16 de septiembre de 2010. Aeropuerto de Jerez. A las nueve de la noche llego con mi hija para tomar un vuelo con destino Madrid-Barajas con hora de salida 22.20. Compañía Ryanair. Nuestro avión ha de llegar desde Madrid donde hay retrasos (nadie nos explica la causa). Finalmente, el personal de la compañía a las 23.15 nos indica que estemos preparados para correr hasta la escalerilla del avión, pues a las 24.00 se va el controlador aéreo y cierra el aeropuerto. Las señoras se quitan los zapatos de tacón para correr mejor. A las madres con cochecitos de niños las ponemos las primeras. El avión procedente de Madrid al que tenemos que subir aterriza a las 23.45, bajando el pasaje y estando todos nosotros preparados para el embarque a pie de la escalerilla a las 23.55.
Cuando vamos a subir, el controlador prohíbe la salida del avión porque él se va a casita que ya son las doce de la noche. El piloto le pide, por favor, que le dé el permiso de despegue a lo que el otro se niega.
Al final, todos en tierra incluida la tripulación. No hay nadie de AENA, claro. Eso sí, comienzan a llegar furgones de Policía Nacional y Guardia Civil por si nos amotinamos, cosa que inexplicablemente no ocurre.
En resumen, el controlador aéreo cumple con su horario a rajatabla, no cede cinco minutos de su tiempo para evitar que 250 personas nos quedemos tirados en el aeropuerto hasta el día siguiente. El aeropuerto de Jerez no permite que se quede nadie en su interior en la espera. Hay familias con niños que van a dormir en bancos en la calle. Casi no hay taxis. La compañía se queda sin hojas de reclamaciones y no facilita autobuses que nos lleven a dormir a algún sitio.
Sinceramente me pareció una actitud no solo inhumana, sino también injusta por parte de un miembro de una élite profesional que es capaz de realizar en su semihuelga de celo actos que generan tanto daño a clientes y usuarios de servicios públicos tan importantes.
En mi profesión no dejaríamos a ningún paciente con el abdomen abierto a medio operar porque sean las tres de la tarde y ya haya acabado nuestra jornada de trabajo. Hay que acabar lo iniciado aunque eso nos haga perder algo de nuestro escaso tiempo libre. Si eso ocurriera, sería noticia destacada y con razón.
Finalmente, deseo a este responsable profesional de tan altos vuelos, salarios impresionantes y horarios tan escuetos que en alguna ocasión, quizá viajando con toda su familia, se quede colgado una noche entera en la calle porque otro colega de tan ilustre estirpe actúe de la misma incomprensible forma que él tuvo a bien aplicar esa noche inolvidable.
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