Cronología de una tragedia
El responsable de la muerte de los dos ancianos olvidados en una furgoneta, Luis Miguel Aranda, reconstruye lo ocurrido en el geriátrico Virgen del Consuelo
"¿Tú conoces algunos casos como el mío y que la familia no haya denunciado? El trato que les damos a los abuelos es excelente y yo realmente quería a esas dos personas". Luis Miguel Aranda, el responsable de la muerte de dos ancianos a los que olvidó en una furgoneta aparcada en la puerta de un geriátrico en Ciempozuelos, no ha sido denunciado por los familiares de los fallecidos. Es más, un hermano y una pariente de uno de los fallecidos permanecen internos en la residencia.
Los ancianos estuvieron el sábado encerrados en la furgoneta, aparcada en la puerta del geriátrico, unas 10 horas. Las sillas de ruedas de ambos estaban ancladas al suelo del vehículo y un cinturón de seguridad les amarraba al asiento. Por la mañana daba la sombra en esa parte de la acera y por la tarde pegaba el sol. Las causas de su muerte no se conocerán hasta que el informe forense sea remitido al Juzgado de Instrucción número 6 de Valdemoro. Jerónimo Carnero tenía 87 años y Amancio F., 83.
A continuación, el encargado, acusado de dos delitos por homicidio imprudente, detalla todo lo que ocurrió ese fatídico día en el geriátrico Virgen del Consuelo:
- 8.15. Luis Miguel Aranda, gerente de la residencia junto a su hermano Óscar, es el encargado de transportar a los ancianos. En ese momento coge la furgoneta y comienza un recorrido por varias localidades, la más lejana de ellas San Martín de la Vega, donde va recogiendo personas mayores que pasan el día en el centro.
- 10.00. "Llego una media hora más tarde de lo normal. Ahora pensándolo en frío este es uno de los factores que a la larga hace que me olvide de los dos abuelos. Trastoca mi rutina diaria". Aparca en la puerta de la residencia, en la avenida de los Toreros. Comienza, como es costumbre, a acompañar hasta el edificio a los ancianos que pueden caminar por su propio pie. La maniobra le lleva cinco minutos.
- 10.05. Aranda ha dejado a la mayoría de los ancianos en manos de los cuidadores. Jerónimo y Amancio continúan en el interior de la furgoneta. El encargado dice que se dirige de nuevo al vehículo cuando sufre una distracción. No recuerda muy bien cuál. Una llamada de teléfono, la charla con una trabajadora del centro o una conversación con el pariente de algún interno. Aranda se despista y no cae en la cuenta de que dos ancianos, con demencia senil, siguen en la furgoneta, con la puerta cerrada y los cristales tintados.
- 10.30. Aranda gestiona también una empresa de organización de fiestas. Se celebran en una finca propiedad de sus padres. Allí se dirije. "Llego, me tomo un café con mis padres y me vuelvo a trabajar".
- 11.30. De nuevo en la residencia. "Recibo a la familia de un señor que estuvo ingresado aquí y que ahora está en su casa. Vinieron a recoger sus medicinas y algunas cosas que se había dejado el abuelo".
- 12.00. A mediodía recibe a la familia de otro anciano.
- 13.15. "La farmacia del pueblo cierra en quince minutos. Tengo que darme prisa. Suelo coger la furgoneta. Si lo hubiese hecho, ahora estarían vivos. No habría pasado nada. Pero agarro mi coche y me voy. Sin más, sin ningún motivo en especial".
- 13.45. Regresa de la farmacia. Hace gestiones y después vuelve a la finca. A esas horas se está celebrando una capea. "Quería comer con mis padres". Cumple 47 años.
- 16.20. Vuelve a la residencia y de nuevo atiende a otros clientes del geriátrico.
- 18.30. Aranda dice haber acabado todo su trabajo allí. Regresa a la capea. "Ir a la finca no interfiere. Podría haber estado igualmente en mi oficina sin darme cuenta".
- 19.45. Es hora de llevar de nuevo a casa a los ancianos. Cuando abre la furgoneta para prepararla, encuentra a Amancio y a Jerónimo con los ojos cerrados. "Pensé que estaban durmiendo". En realidad, ya estaban muertos.
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