¿Dónde está Rouco Varela?
Comenzó el martes en Cuatro la serie basada en Los pilares de la tierra, el best seller de Ken Follet que ha leído la mitad del medio mundo que sabe y puede leer. Me inquietaba la serie, por varias razones. La primera, porque es la segunda vez que veo la adaptación al cine de un libro que no he leído. Sé leer y puedo leer, pero entre mis elecciones no estaba Ken Follet, abrumado como estoy del novelismo histórico, auténtico monopolio de las estanterías librescas. La primera vez que esto me ocurrió, ver antes la película que leer el libro, fue con Dersu Uzala, una maravillosa obra cinematográfica de Akira Kurosawa en la que el japonés demuestra que la sencillez puede ser el argumento más bello del mundo. Luego leí el libro autobiográfico del capitán Vladimir Arséniev y me pareció magnífico, pero no tan fantástico como la peli de Kurosawa.
Ahora tengo la esperanza de que con Los pilares de la tierra me ocurra lo mismo, pero tengo algunas prevenciones. La principal: el tema es muy manido. Casi toda la novela histórica que se escribe actualmente tiene como eje central los manejos y la perversión de la Iglesia oficial, que capea el temporal con más indignidad que acierto, acosada por concomitancias con el poder político, con sodomías ocultas, con absoluta falta de democracia y la esperanza puesta en las zonas más desfavorecidas del planeta, no por su anunciado trabajo con los más pobres, sino por la debilidad de los desesperados, de los abandonados, de los parias de la Tierra (con perdón).
No se que pensará el Santo Padre que vive en Roma, pero la Iglesia se desangra sin que parezca preocupar la hemorragia. Ya el Mar Rojo se tiñó de sangre, dicen, y ahí está, teñido ahora de contaminación, piensan. Mientras, su batalla mediática se hunde en el lodo, su credibilidad se resiente y su buena gente no sabe si irse, como Arregi, o esperar a que les echen, como Sobrino, Boff y compañía.
¡Qué tiempos aquellos en que la Iglesia española se tiraba a la calle, en defensa de cualquier cosa que atacase al Gobierno y fuera defendida y jaleada por el PP! ¡Qué tiempos de Rouco Varela, al que no le he oído una sola palabra sobre la pederastia, una sola petición de perdón, un solo mea culpa! ¡Qué tiempos aquellos del cura de Mondoñedo, de monseñor Sebastián y sus circunloquios, de los obispos dando caña en su emisora, de los mítines sacerdotales! ¿Y ahora, qué? Supongo que Rouco, Sebastián y compañía están de ejercicios espirituales y no leen periódicos, y no saben que la pederastia es el sexto jinete del Apocalipsis. Y no saben nada de nada. Ni están para nadie. Ni el PP les espera en estos tiempos. Un cura oficial no es la mejor compañía en los tiempos que corren. Así que al confesionario... pero que se confiesen otros.
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