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Columna
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El perdón

El pasado martes, día 14, se cumplieron diez años del atentado contra José Ramón Recalde, ex consejero de Educación y de Justicia del Gobierno vasco y amigo. En una entrevista reciente le preguntaban si "le perdonaría [a su agresor] si fuera detenido y le viera cara a cara". Suele ser ésta una de las preguntas invariables en las entrevistas a las víctimas del terrorismo, y creo que es una pregunta cruel. Lo es porque parece cuestionar una respuesta que suele ser obvia y porque expone a la víctima a un juicio de valor ajeno sobre su absoluta fragilidad e inocencia. La respuesta suele ser obviamente negativa, y creo además que debe serlo. He aquí la respuesta de José Ramón Recalde, sobre la que volveré: "¿Por qué le iba a perdonar? Además, ahora mismo ETA está diciendo que no se arrepiente de nada y que sigue abierta a continuar atentando en el futuro. Los terroristas no me han pedido perdón; ¿por qué lo iba a perdonar?"

El perdón, al menos en una cultura de raíz cristiana como la nuestra, suele ser considerado un acto virtuoso. La sangre del cordero, la de la víctima, invoca el perdón para sus ejecutores y la falta de perdón parece que empañara su inocencia. ¿No estamos poniendo en cuestión a las víctimas, en tanto que tales, a base de requerirles ese tan solicitado perdón? ¿Les añadimos un grado de maldad ante sus victimarios? Y, puestos a otorgar perdón, ¿a quién deben concedérselo? Es curiosa a este respecto la referencia personal del entrevistador en ese "si le viera cara a cara", referencia personal que anula la respuesta de José Ramón Recalde, respuesta que me parece ejemplar: "Los terroristas no me han pedido perdón". Recurre al plural, los terroristas, es decir, ETA, y no ése o ésa que disparó contra él. Se suele plantear la relación de las víctimas del terrorismo con sus agresores como una relación interpersonal, similar a la que puede tener cualquiera de nosotros con alguien que le haya agraviado. ¿A quién perdonaría José Ramón Recalde si hiciera pública declaración de perdón hacia quien disparó contra él y que no es sino una pieza del engranaje de una organización que sigue dispuesta a matar? ¿Qué significaría el perdón de sus víctimas para una organización criminal? ¿Debe perdonar José Ramón Recalde?

El perdón es un don personal que sólo germina en la conciencia de quien lo otorga y requiere un reconocimiento del agresor. En el caso de una organización criminal, ese reconocimiento se alcanza únicamente mediante la demanda de perdón por parte del agresor, en nuestro caso de ése o de ésa que disparó contra Recalde. Sólo esa solicitud lo individualiza y restablece la relación interpersonal entre agresor y agredido. Esa solicitud a "su" víctima lleva implícita además una demanda de perdón a todas las demás y una condena de la organización criminal que le ha dado cobijo. Mientras tanto, no hay terrorista a quien perdonar, sino terroristas, y el "cara a cara" es poco más que una ficción novelesca.

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