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Columna
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Localismos políticos

En ocho meses, tendremos elecciones municipales. Las campañas ya están en marcha. El campo de batalla definido. Lo marca la grave situación económica. El Partido Popular la está utilizando y va a seguir utilizando, casi con exclusividad, este camino. Es el que interesa a los ciudadanos, el que afecta a los bolsillos y hace que otras preocupaciones pasen a un segundo plano. Toda esta estrategia pasa por responsabilizar al Gobierno -sea nacional o andaluz- de la mala situación económica. Quiere hacer olvidar a los ciudadanos que las soluciones económicas son nacionales y que tienen que contar con respaldo europeo e internacional. En esta crisis, ningún grupo político por sí mismo, sin contar con apoyos internos y externos, puede recuperar la anterior situación económica. De ahí que las campañas ya iniciadas por la oposición se vuelquen en este sentido. Intentan hacer ver que la incapacidad preside los gobiernos, que quienes los presiden son idiotas para que siga aumentando la falta de confianza de los ciudadanos en las soluciones y en las propuestas que se hacen.

En está línea interpreto la contestación que se hace a algunas de las manifestaciones que José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, realizó el pasado sábado a los parlamentarios andaluces del PSOE. Insistía el presidente en sus exigencias al Gobierno central para lograr un mayor endeudamiento, ya que el endeudamiento en Andalucía es menor que la media de España y busca su equilibrio. El presidente pretende que el 17% de la inversión de los Presupuestos del Estado recaiga en esta comunidad. El PP andaluz, por boca de Javier Arenas, rechaza esta exigencia que favorecería, por su mayor inversión, a Andalucía. Dedica su interés, que no en el de Andalucía, y gasta todas sus energías en atacar al presidente. Unas veces con la finalidad de que su imagen sea la de un muñeco en manos del Gobierno central, de ahí su "no pinta nada". Otras, calificándole de marqués. Y olvida que una imagen vale más que mil palabras. Y la suya, la de Javier Arenas, ya quedó retratada en el hotel Palace de Madrid. Se retrata como el típico y antiguo señorito andaluz que siempre necesitaba un limpiabotas a mano para lustrar sus zapatos sin agacharse, aunque ahora sea difícil verle con corbata.

Ahora bien, con ser importantes estas demandas para la recuperación en Andalucía -como saben los Gobiernos andaluz y central-, había algo más en esta arenga del presidente: que el PSOE se deje de localismos; que defienda el concepto de Andalucía para construir España. Una referencia que obliga a comparar con el PP. Y este grupo, como tal, pudiera parecer que no está fracturado y el PSOE sí. Y no es así. Al PP solo le unen las encuestas en su afán de ganar. No es posible pensar, con criterios objetivos y razonables, que el PP de Madrid o el de Valencia sea el mismo y respondan a la autoridad de su presidente. Van por libre. No hay más criterio que el de los que mandan. Mal haría el PSOE en afanarse en localismos; peor si en la confección de sus listas para las elecciones tuviera en cuenta diferencias internas y no se guiara por criterios de eficacia y unidad.

Quedan ocho meses para las elecciones municipales y el PP va a la cabeza en las encuestas. Piensa que el tiempo juega en su favor. Cree que solo con ocurrencias y sin hacer nada más es bastante para ganar.

Es una ventaja para el PSOE. Solo tiene que trabajar y lograr -que no es poco- confeccionar unas listas que, abandonando diferencias internas y dejando de lado intereses de cada grupo y sector, incorpore como elegibles a quienes mejor representen a los ciudadanos que son aquellos/as capaces de volver a ganar la confianza de los ciudadanos en su gestión y entiendan la política como una obligación de servicio a la sociedad.

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