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Crítica:TEATRO | EL CERCO DE LENINGRADO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una carcoma recorre Europa

Javier Vallejo

Cuando se estrenó El cerco de Leningrado estaba reciente la caída del telón de acero y del socialismo real. Sanchis Sinisterra, su autor, quiso dar cuenta de ese fin de ciclo histórico a través de la resistencia de Natalia, primera actriz, y Priscila, empresaria del Teatro del Fantasma, atrincheradas para evitar su derribo. El nombre se refiere al comienzo del Manifiesto Comunista: "Un fantasma recorre Europa". Priscila fue esposa de Néstor, dramaturgo asesinado, y Natalia, su amante: ambas andan buscando el manuscrito de su misteriosísima última obra, con la esperanza de encontrar allí las claves de su muerte. Marxistas irreductibles, parecen una versión latina y aligerada de Helene Weigel y Ruth Berlau, cavilando sobre el futuro del Berliner tras la desaparición de Brecht, aunque la empresaria, con su abundante pelo cano recogido, evoca, sin que lo pretenda Beatriz Carvajal, su intérprete, la figura rotunda y comprometida de Arianne Mnouchkine al pie siempre de su vitalísimo, libérrimo y comunitario Théâtre du Soleil: hay revoluciones pequeñas que triunfaron y ahí siguen.

EL CERCO DE LENINGRADO

Autor: José Sanchis Sinisterra.

Teatro Bellas Artes.

Hasta el 10 de octubre.

Sanchis parodia amablemente la jerga del partido comunista a través de estas mujeres decididas, ingenuas y entrañables: las mira con simpatía e indulgencia compartida por el director José Carlos Plaza, que tiñe de nostalgia la escena en que sostienen una pancarta mientras Priscila canta La Internacional. La cuestión es que todo esto sucede entre altibajos textuales: las bromas de buena ley se alternan con otras de dudosa eficacia y la situación única previsible se estira sin que se materialice un improbable duelo dialéctico entre personajes que están básicamente de acuerdo entre sí y sin que la leve intriga sobre la muerte del director, asesinado por profetizar el triunfo del capitalismo (hoy bastante carcomido) baste para mantener el interés.

Sanchis, Plaza, Carvajal y Magüi Mira caricaturizan a las dos veteranas militantes con ternura, como Arniches a sus personajes castizos. El director testa con fe el potencial cómico de los diálogos y nivela la labor de las actrices. La Carvajal se lleva la primera parte de la función con genio y vis cómica, en un papel felizmente alejado de los que suelen darle. Mira se lleva la segunda, donde el texto le ofrece más ocasiones de brillo: las aprovecha. La escenografía de Francisco Leal es de las que no gustan en provincias: vale que simula un teatro en ruinas, pero podían ser ruinas con encanto.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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