El gafe de David ante Goliat
El Schalke, que de nuevo intenta asaltar al soberbio y poderoso Bayern, ha perdido por ahora todos sus partidos de la Bundesliga
Para una buena parte de los alemanes el Schalke 04 es un equipo gafe. El claro ejemplo de eterno segundón que por más empeño que ponga siempre se queda con la miel en los labios para deleite de su gran oponente, el Bayern. Mientras que el campeón de la Bundesliga representa a la Alemania rica, que prospera ajena a cualquier crisis económica, el club blanquiazul pertenece a la clase trabajadora. Es el conjunto de la localidad de Gelsenkirchen (Renania del Norte Westfalia), corazón industrial del país con una gran tradición minera. El alemán modesto, que sufre y padece lo inimaginable para ganarse el pan, se identifica mucho con el Schalke. Para este perfil de seguidor, el equipo de Raúl, que de momento ha perdido los tres partidos de la Bundesliga que el equipo ha disputado, encarna la lucha de la humildad contra la soberbia del club bávaro: una especie de David contra Goliat.
"Una sesión con Magath cansa más que una temporada con Schuster", dice Raúl
A pesar del aire proletario de su masa social, se trata del segundo club más grande de la Bundesliga con más de 84.000 socios que tienen casi siempre la última palabra. Hace un par de meses frenaron las pretensiones del mánager, entrenador y miembro de la junta directiva, Felix Magath. El ex futbolista, estrella de la Bundesliga y de la Mannschaft en los años ochenta, propuso sin éxito decidir él solo la cantidad a pagar en los traspasos de jugadores, sin contar con el Consejo de Supervisión. Solo lleva un año en el cargo, pero Magath es hoy día la cara más visible de la entidad, que desde julio tiene una vacante en el puesto de presidente. Ha relegado a un segundo plano a Peter Peters, directivo responsable de las finanzas que apostó por Gazprom como sponsor del equipo y que lleva más de 16 años en el Schalke. Sobre la mesa de su despacho posa una figura de hierro con la cara de Vladimir Putin.
El último en aterrizar actúa con mano dura en todas las parcelas que le ocupan y da la imagen de hombre recto sin compasión. Cuando apareció en el estadio una pancarta con el lema Magath dictador, la respuesta del mánager fue despedir al responsable de las relaciones entre el club y los fans, Rolf Rojek. Durante los entrenamientos ha prohibido beber agua a sus pupilos para que no se distraigan. El ex madridista Raúl da fe de su dureza: "Una sesión con Magath cansa más que toda una temporada entrenándote con Schuster". Algunos socios denuncian que su poder es excesivo y le acusan de comportarse de manera demasiado autoritaria, en contra del espíritu de una institución que se debe a sus socios. "Cuando llegué el club estaba casi en quiebra, entonces no te quedan muchas opciones", justifica el técnico cuando le preguntan por su manera de tomar decisiones.
Uno de los símbolos más cotizados del Schalke actual es su estadio, el Veltins-Arena, uno de los más modernos del mundo, sede de la Copa Mundial de fútbol en 2006. Dentro de las instalaciones no se puede pagar nada con euros: hay que cambiarlos por tres tipos diferentes de fichas o tarjetas, como si de un casino se tratara.
Su tiempo de esplendor lo vivió en los años treinta: en esa década consiguió cuatro Ligas y una Copa. Por entonces, practicaba un fútbol alegre y vistoso. Su estilo despertaba la admiración del público germano, acostumbrado a un juego más primitivo basado en la fuerza y balones largos. Esta novedosa forma de tratar a la pelota, que consistía en continuos rondos hasta desesperar a los contrarios, se denominó Schalker Kreisel (la peonza del Schalke) y se transmitió a las siguientes generaciones que integraron el equipo. Venía a ser algo parecido al término tiqui-taca del Barcelona y la selección española. Una cita de un socio reproducida en el libro 100 años de Schalke refleja a la perfección la seña de identidad que predominó durante muchos años en el conjunto: "Tirar a puerta sin haber tocado antes varias veces la pelota estaba mal visto".
Uno de los momentos más trágicos que vivió el Schalke en su historia deportiva se produjo el 19 de mayo de 2001. Llegaba a la última jornada con posibilidades de lograr el título. Después de hacer los deberes y ganar su partido en casa, los blanquiazules esperaban un milagro en el Hamburgo-Bayern, a punto de finalizar. En el minuto 90 los locales se adelantaban lo que convertía al equipo de los mineros en virtual campeón. La locura llegó a su estadio, se produjeron momentos de confusión donde hasta los propios jugadores pensaron que el encuentro ya había concluido. Los futbolistas celebraban el triunfo sobre el césped y el propio capitán Andreas Müller gritaba eufórico: "Hamburgo os amo". Sin embargo, el choque no había finalizado y en el minuto 94 Patrik Anderson anotaba para el Bayern un tanto definitivo en el último suspiro, tras un libre indirecto.
Cuando pusieron las imágenes en las pantallas del campo de Gelsenkirchen con los muniqueses celebrando el título, nadie entendía lo que pasaba. Un minuto después se dieron cuenta de que no se trataba de una broma pesada y la alegría dio paso a las lágrimas y a la desolación. Desde ese día, el Schalke ha quedado marcado como un equipo sin suerte, que ganó su última Bundesliga en 1958 y ha quedado cuatro veces segundo en el campeonato durante la última década.
Tras su tragedia deportiva de 2001, gran parte del país se solidarizó con ellos y sintió como propia su derrota. Los medios germanos calificaron a los de Renania del Norte como Meister der Herzen (campeones de los corazones). De esta forma, el club recuperaba en Alemania buena parte de la simpatía perdida por un escándalo de corrupción en 1971. Ese año varios integrantes de la plantilla se dejaron sobornar para perder un partido contra el Armenia Bielefeld. A Raúl y Jurado les toca ahora luchar contra el pasado de un conjunto destinado casi siempre a la fatalidad, que vivió su momento de gloria cuando se impuso por penaltis al Inter en la final de la UEFA de 1996. En sus pies está cambiar el rumbo del Schalke.
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