Turquía juega en el infierno
El anfitrión gana a Serbia con una canasta a falta de cinco décimas de Tunçeri y un ambiente espectacular
Estados Unidos ya sabe lo que le espera esta noche. Un infierno rojo de 15.000 gargantas en las gradas, una caldera volcada con su equipo nacional, toda la sangre caliente del mundo en la pista frente a la NBA. Un equipo poseído, en estado de efervescencia, en su primera gran final en apenas su tercera cita mundialista. La volcánica Turquía venció a una fantástica Serbia por solo un punto, en un final con toda la carga emocional posible, solo decantado el encuentro en la ultimísima décima.
Quedaban cuatro segundos y Serbia iba un milímetro por delante (82-81) después de haber gobernado casi todo el partido con pequeñas ventajas. El balón era para Turquía después de un tiempo muerto en el que medio pabellón gritaba y el otro rezaba. Después de un escarceo de Türkoglu, Tunçeri vio la autopista y puso el 83-82 con una bandeja antes de que sonara la bocina. Aquello fue la histeria, los jugadores abrazándose, el público enloquecido, algún niño llorando... Pero no se había acabado, dijo un árbitro, faltaban cinco décimas todavía. Otro tiempo muerto pedido por Ivkovic, el marcador que estaba loco, la última posesión para Serbia... Y el tapón de Erden a Velickovic, a un palmo de la canasta, que esta vez sí sacó al país a la calle.
SERBIA 82 - TURQUÍA 83
Serbia: Teodosic (13), Tepic (5), Bjelica (2), Velickovic (8) y Krstic (15) -equipo inicial-; Rasic (2), Markovic (2), Savanovic (15), Keselj (18), Perovic (2) y Macvan (0).
Turquía: Tunçeri (12), Onan (14), Türkoglu (16), Ilyasova (6) y Asik (5) -equipo inicial-; Guler (3), Erden (9), Gonlum (6) y Arslan (12).
Árbitros: Carrión (P. Rico), Estévez (Argentina) y Mercedes (R. Dominicana). Eliminaron a Ilyasova y Krstic por personales.
15.000 espectadores en el Sinam Erdem Dome de Estambul.
Turquía ganó con el corazón a una Serbia que jugó con mucha más inteligencia. La de Teodosic, claro, que tiene siempre el partido en la cabeza y mantiene la calma para elegir la mejor opción. Teodosic juega al baloncesto como si fuera un ajedrecista. Frente a la pasión turca, Serbia tenía un plan, fue más cerebral y ordenada, y dominó con las mismas armas con las que destronó a España: el maravilloso temple de Teodosic y el acierto exterior de Keselj y compañía, siempre a punto para armar el brazo a mil por hora. El conjunto local se movió mucho más a golpe de riñón, con los fogonazos de Türkoglu, Tunçeri y Arslan, más desaparecido Ilyasova. El equipo juega a veces con el acelerador demasiado a fondo, pero cuando empuja es incontenible. Serbia tuvo el partido en sus manos hasta que en los últimos minutos se estrelló contra una defensa muy cerrada. Entonces solo se refugió en los triples, pero le pudieron los nervios.
Fantástica pese a todo Serbia, con una generación llamada a reinar en el baloncesto europeo y que ha crecido a marchas forzadas: finalista en el Europeo y a punto de alcanzar la final en este Mundial en el que apeó a la campeona española. Serbia ganó los octavos por un punto y los cuartos por tres, y solo otro punto le ha dejado sin final. Es un equipo nuevo -ningún jugador repite del pasado Mundial- y con cuajo. Solo descabalgó en un ambiente en el que apenas se oía el silbato del árbitro y con todo en contra. Turquía llevó al final el partido a su terreno, y la sangre no llegó al río por poco tras muchos golpes y porrazos. Los héroes turcos tendrán hoy todo un país detrás. El desafío es gigante. Espera Durant, la primera final de un Mundial y la historia. Ningún país gana el torneo como anfitrión desde Yugoslavia en 1970. Pero visto lo visto, Turquía se cree capaz de todo.
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