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Munilla suplica por una tregua definitiva y exige a ETA su disolución

"La paz no puede utilizarse como un medio", afirma el prelado donostiarra

Mikel Ormazabal

El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, se unió ayer a las voces que están reclamando el fin para siempre de ETA. Rogó a la banda terrorista que declare una "tregua definitiva e incondicional" y le exigió su "disolución". Llevado por la "prudencia" que le inspira el anuncio de alto el fuego de ETA, el prelado abogó por buscar la paz "como un fin", sin convertirla en "un instrumento" al servicio de otras "estrategias".

Munilla hizo estas reflexiones cuatro días después de hacerse público el último comunicado etarra, durante la eucaristía que presidió en el santuario de Arantzazu, en Oñati, con motivo de la festividad de la patrona de Guipúzcoa. A la misa acudieron diversas autoridades como la portavoz del Gobierno autonómico, Idoia Mendia; el diputado general de Guipúzcoa, Markel Olano, y la presidenta de las Juntas Generales de esta provincia, Rafaela Romero, entre otros representantes institucionales.

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Como venía sucediendo los años anteriores, un reducido grupo de familiares de presos de ETA lanzaron gritos a favor de los terroristas encarcelados en el momento en que las autoridades se dirigían al interior de la basílica tras asistir a la tradicional interpretación del aurresku de honor a cargo de unos dantzaris.

Durante la celebración religiosa, el obispo, que elogió a la virgen de Arantzazu como "madre de la humildad y reina de la paz", pidió precisamente a Dios que "ilumine a todos cuantos están llamados a ser constructores de la paz". "La creciente esperanza de nuestro pueblo por la paz es ya un proceso imparable, y no tienen sentido alguno las resistencias que lo impiden", dijo durante la homilía.

Es la primera vez que a Munilla le ha tocado oficiar la tradicional eucaristía por la virgen de Arantzazu desde que tomó posesión de su cargo. Hace un año, en una de sus últimas apariciones públicas, su sucesor, monseñor Juan María Uriarte, defendió el diálogo "como camino ineludible hacia la paz" frente a la "tentación" de solventar la diferencias políticas mediante "la simple aplicación de la ley".

Munilla, condicionado por la reciente declaración de tregua de ETA, exhortó porque esta decisión se convierta en "definitiva e incondicional" y pidió a la banda que se disuelva: "El momento actual hace más imperiosa, si cabe, esta llamada".

La paz, eje central de su sermón, "no puede ser utilizada como un medio, sino que ha de ser buscada como un fin", porque, según añadió el prelado, la vida es "un derecho inviolable" que "no depende del momento, ni de las ideologías, ni de estrategia alguna, sino de Dios".

Más humildad y menos soberbia, fue lo que reclamó el prelado donostiarra, porque "la paz nace de la humildad", mientras que "la soberbia es la madre, la causa última de toda violencia". La consecución de la paz, a su juicio, exige como "condición necesaria" la búsqueda de la justicia. "Sólo si hay humildad pueden darse las restantes condiciones para la paz: arrepentimiento, reparación, paciencia, diálogo, tolerancia, e incluso la propia justicia". Y finalmente pidió la "intercesión" de la virgen María para lograr "la paz definitiva" en Euskadi.

Al término de la eucaristía, Mendía celebró que la Iglesia vasca se sume a la petición "unánime" de disolución de ETA, una exigencia que ha repetido a lo largo de esta semana el Ejecutivo. Recordó que todos los partidos políticos han realizado la misma lectura del comunicado emitido por ETA el pasado domingo, donde anunciaba el cese de las acciones armadas.

En este sentido, situó junto a "las voces de todo el País Vasco" las palabras pronunciadas por Munilla solicitando que la tregua de ETA sea "definitiva" e "incondicional", así como la disolución de la banda armada. "Creo que es claro y unánime el mensaje que la ciudadanía vasca, e incluso la Iglesia vasca, lanza a la banda terrorista", insistió.

Ni mención a Arregi

Mientras el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, daba lectura a su sermón, con el templo abarrotado, cerca de medio centenar de personas quisieron mostrarle su desafecto por el trato que el máximo responsable de la diócesis guipuzcoana ha dado al teólogo José Arregi. Estas personas abandonaron en silencio la basílica y regresaron al mismo lugar poco después. Munilla no hizo ninguna alusión, ni siquiera implícita, a la polémica con Arregi.

El acto de protesta callada se produjo precisamente en el santuario de Arantzazu, donde el religioso ha tenido su residencia durante los últimos 17 años de su vida.

Los feligreses que se ausentaron un momento de la homilía querían hacer visible su solidaridad con Arregi. Este gesto se produce al día siguiente de que 14 sacerdotes hiciesen público el miércoles un comunicado conjunto de apoyo al religioso. Arregi anunció la semana pasada su decisión de colgar los hábitos franciscanos para no involucrar a esta orden en su polémica con el obispo Munilla, a quien acusó de alentar su destierro a Suramérica. Esta disputa ha vuelto a visualizar el cisma existente en la iglesia guipuzcoana.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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