Las clases del maestro
Invito a los lectores del artículo Clases a la boloñesa (EL PAÍS del jueves 2 de septiembre) a meditar sobre el trabajo de recopilación, de comprobación, de selección, de actualización, de asimilación y de ordenación lógica de los conceptos y de las informaciones clave necesarias para elaborar el material que se expondrá, con toda la corrección, rigor y coherencia exigibles (tanto si se habla como si se escribe) en una clase de 50 minutos (más tiempo es siempre contraproducente), para que resulte fluida, muy fácil de entender y completamente provechosa para los alumnos.
Eso, y no otra cosa, es una clase magistral digna de ese nombre. Nada más lejos de un soliloquio repetitivo y narcisista. Un profesor que merece ese nombre (no un perezoso e inseguro) enseña en 50 minutos bien preparados mucho más de lo que un alumno pueda aprender y comprender en muchísimo más tiempo para ser capaz de elaborar dudas y preguntas dignas de ser debatidas con el profesor y los compañeros en las, también muy importantes, clases participativas (piénsese en el tiempo que puede perderse discutiendo comentarios originados por una muy deficiente asimilación de los temas).
Afortunadamente, el método de Bolonia combina, en diferentes porcentajes, clases expositivas (magistrales), seminarios participativos en grupos reducidos y tutorías grupales con grupos más pequeños.