"Fui un chico malo"
Un niño con un monopatín choca estruendosamente contra una papelera metálica y se cae a la entrada de la zona de jugadores. Decenas de personas le observan conmocionadas. Aún en el suelo, grita en broma, "¡ayayayay!", y se ríe. Jimmy Connors (Saint Louis, Illinois, Estados Unidos; 1952), ex número uno del tenis y ganador de ocho títulos del Grand Slam, no puede contenerse: "¡Buena actitud, chaval! ¡Así es como hay que comportarse!". Jimbo fue un competidor extremo y sigue siendo un tipo duro.
Pregunta. ¿Quién tiene ahora tanto deseo, tanta intensidad, tantas ganas de ganar como tenía usted?
Respuesta. Si tuviera que elegir a alguien de los que hay ahí fuera [compitiendo en el Abierto de Estados Unidos], sería a Rafael Nadal. Seguro. Por la forma como juega y el esfuerzo que pone. Nadal no se asusta al demostrar a quien sea que está lo suficientemente en forma.
"Me animara o me gritase, lo que yo quería es que el público me viera"
"Quizás jugara demasiado tiempo, pero así me retiré sin ningún 'y si..."
"Ahora que la moda es ser guay, Nadal da sin miedo todo en la pista"
P. ¿Qué le sugiere eso?
R. Que en unos tiempos en los que ser guay es lo que está de moda, a él no le da miedo dejárselo todo allí, en la pista. No es que los otros no lo hagan, pero ninguno está tan dispuesto a enseñar lo que quiere hacer como Nadal.
P. ¿Eso se puede aprender o hay que nacer con ello?
R. Mire, si un tenista no quiere tener eso, si no quiere luchar por cada punto, ponerle ese esfuerzo..., que lo deje y se dedique a otra cosa. Ese es su trabajo. Es la realidad. No es diferente a entrar a trabajar en una oficina o ponerse a escribir para un periódico. Se trata de querer hacer el mejor trabajo posible cada vez. Todos los días.
P. ¿Qué recuerda de la final del Abierto de Estados Unidos que perdió en 1976 contra Manuel Orantes?
R. ¿Solía yo jugar al tenis? Hace tanto tiempo que no me acuerdo. ¡No me acuerdo!
P. Fue sobre tierra batida verde. Perdió por 4-6, 3-6 y 3-6. Orantes, que venía de remontar un 4-6, 1-6, 6-2 y 0-5 en las semifinales ante el argentino Vilas, también le venció a usted, que defendía el título.
R. Ganara o perdiera, jugué grandes partidos durante mi carrera.
P. "Puede que no me queráis, pero yo os quiero a vosotros". Dicen que así se dirigió al público tras ganar su primer título en Nueva York.
R. Es cierto. Bueno, nuestra relación arrancó con muchas aristas. No me importó. Me importaba que vinieran a verme, que estuvieran en el tenis. Yo era uno de los chicos malos del circuito. Eso daba a los seguidores algo por lo que animar o contra lo que gritar. Todo era parte de hacer a la gente venir y ver lo que hacíamos en el tenis. Vinieron. A unos les gustó y a otros no. A mí, en ese punto, ya no me importaban: ya estaban aquí.
P. ¿Qué se encontraban entonces?
R. Se daban cuenta de mi estilo y de todo lo que daba en la pista cuando salía a jugar. Se dieron cuenta de que estaba dispuesto a enseñarlo todo de mí ahí fuera, a enseñarles todo por lo que estaba pasando mientras estaba sobre la pista. Por eso, con el tiempo, fueron volviéndose más comprensivos conmigo, fueron entendiendo por qué hacía muchas de las cosas que hacía cuando estaba en la pista. Vieron cómo me afectaba mi intento de alcanzar la perfección. Les gustó y, al final, se pasaron a mi lado.
P. En 1991, con 39 años, remontó en los octavos de final ante Krickstein, de 24, una desventaja tremenda. Primero, de dos sets a uno. Luego, de 2-5 en la manga definitiva. ¿Se apoyó en la gente?
R. Cuando era joven, podía luchar contra el público. Me era posible no preocuparme mucho por él. Según fui envejeciendo, fui queriendo tenerlo de mi lado. Mi relación con el neoyorquino acabó siendo muy especial.
P. ¿Por qué jugó hasta los 41 años? ¿Por qué perderse los cumpleaños de los hijos? ¿Por qué seguir viajando y entrenándose?
R. Porque en el tenis nunca sabes cuánto tiempo tienes para hacer lo que haces a alto nivel. Quizás jugara, por poco, demasiado tiempo, como demuestran los dolores y las molestias que han venido luego [está operado de una cadera], pero mi familia pasó por todo eso y se acopló sintiendo que debía aprovecharme y jugar mientras pudiera hacerlo. Y cuando se hubiera acabado, pues... acabado. Cuando me retiré, no tenía en mi mente ningún "y si...". "¿Y si hubiera jugado más? ¿Y si me hubiera entrenado más duro? ¿Y si hubiera jugado más torneos?"... Todos esos "¿qué?, ¿qué?, ¿qué?"... No tenía preguntas cuando me retiré. Era un hombre satisfecho de marcharse.
P. Tantos años de juego, tantos de triunfos, demostraron su capacidad para la estrategia. ¿Qué hay que hacer para frenar a Roger Federer?
R. Mi juego era mi juego. Me gustaba. Nunca lo habría cambiado: haces lo que haces y buscas una vía para jugar así, sabiendo que quieres atacar alguna de las debilidades de tu rival. En el caso de Federer, ¿me sentaría e intentaría desarrollar un plan de juego? No. Iría con la ola del partido. Sé una cosa: me habría gustado jugar contra Roger. Me habría gustado jugar contra Rafa. Y me habría gustado jugar contra Roddick, intentar restar ese servicio. Todos me habrían dado una razón para trabajar en mi juego, para buscar una forma de interpretar sus estilos... Y supongo que habría sido tan divertido para ellos jugar contra mí como para mí jugar contra ellos.
P. ¿Cuándo experimentó miedo o debilidad?
R. Todavía espero ese momento. No ha llegado todavía.
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