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Reportaje:FIN DE SEMANA

Maresme viene de mar

Bogavantes, modernismo y más de 40 playas en la comarca barcelonesa

Xavi Sancho

Limita al Norte con la Costa Brava y su belleza orográfica. Y al Sur, con Barcelona. Así, entre dos de los grandes atractivos turísticos catalanes, vive algo olvidada la comarca del Maresme, una estrecha franja de costa de 38 kilómetros y un interior marcado por pueblos encantadores y parques naturales. Es zona de paso: los turistas acampados en la Costa Brava transitan por ella para bajar a pasar el día en Barcelona; los turistas de la capital la recorren camino de Figueres o Cadaqués, recurrentes escapadas cortas.

En el Maresme encontramos hitos arquitectónicos como las sedes de las embajadas internacionales que se asentaron durante la Guerra Civil en el Passeig dels Anglesos en Caldetes, el legado del noble esplendor de Teià, el entrañable mito del reloj de Sant Pol, las construcciones de Domènech i Montaner en Canet de Mar o el templo romano de Can Modolell. Una tierra que le dio al mundo el vino de Alella, los guisantes de Llavaneres, la salsa para berberechos Espinaler (y el bar del mismo nombre en Vilassar de Mar) o las patatas fritas Torres bien merece una visita.

Raíles a la arena

El tren recorre la costa casi a un tiro de piedra del Mediterráneo. Saliendo de Barcelona , a la derecha se suceden las más de 40 playas que conforman el mayor patrimonio estival de la comarca. Puertos deportivos y clubes marítimos que albergan atractivas terrazas con vistas al mar y restaurantes van marcando los confines de cada playa. Desde la primera, la de Masnou -antiguo puerto deportivo de la ciudad de Barcelona- se pueden ver las tres chimeneas del Besós y la placa Fotovoltaica del Fòrum.

A la izquierda se suceden las localidades en lo que en apariencia es una gran ciudad que se extiende por toda la costa. Construcciones contemporáneas se mezclan con villas modernistas, casas de indianos, palacetes y, claro, las famosas rieras, ramblas naturales que desembocan en el mar y que, cuando llueve recogen las aguas procedentes de las cercanas montañas, provocando espectaculares torrentes. A pie de la parada de cercanías Vilassar-Cabrera nos encontramos con Palomares (carretera Argentona, s/n. 937 59 32 34; desde 25 euros), un restaurante a pie de playa que también da nombre a la pequeña extensión de arena que lo separa del Mediterráneo. Hace una década podía parecer un refugio de domingueros. Hoy, con su barra de bar a pie de arena, su pescadito frito servido en vasos de plástico y su restaurante terraza elevado es un templo kitsch al veraneo de los años setenta. De precio asequible, servicio de batalla y desenfado total y absoluto, nos recuerda cómo era almorzar en la playa antes de los chiringuitos chill out.

Noches de 'boogaloo'

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En Mataró hallamos La Sal (Passeig Marítim, 90; www.lasal.com ; 931 14 05 80; unos 30 euros), que también posee sede en Arenys de Mar y es uno de los más celebrados chiringuitos de cena, copa y/o baile. Su impecable decoración y un emplazamiento único sobre la playa del Varador (2,5 kilómetros de arena) de la capital de la comarca lo han convertido ya en un clásico de la zona. Tras la cena, se convierte en un club con una programación musical de jazz, funk o boogaloo. Es un punto y aparte en un terreno invadido por la pachanga. Unos kilómetros más al Norte encontramos Caldes d'Estrach, uno de los municipios costeros más pequeños (no llega a los 3.000 habitantes), pero tal vez el más atractivo. Cuna del turismo en Cataluña, acoge el hotel Colón (Plaça de les Barques, s/n, Caldes d'Estrac; 937 91 04 00), que este verano ofrece tratamiento de spa, desayuno y acceso a su Beach Club por 70 euros.

Remontando la costa, la siguiente parada la podríamos hacer en Arenys de Mar, el puerto pesquero más grande de la comarca. En sus calles se hallan algunos tesoros modernistas poco publicitados, como Can Capdevila o Can Xicu de l'Opera. Ambas aparecen en el libro Modernisme al Maresme, l'arquitectura entre dos segles, de la fotógrafa Marga Cruz, en el que 500 instantáneas recorren los rastros de este paradigmático movimiento en la comarca. La playa de Arenys no es nada del otro mundo, pero ejerce de más que recomendable telonera de un ágape a base de gallo de San Pedro o bogavante fresco en La Llotja (Port d'Arenys, s/n. 937 92 33 04. Unos 40 euros), situado al lado de la lonja donde se subasta el pescado atrapado ese día y cuyo ritual merece una visita. Otra opción es El Pòsit (Zona Port, s/n; 937 92 12 45; desde 40 euros), restaurante marinero con más de medio siglo de existencia y que en la actualidad posee sucursales en Barcelona y Sitges.

Tres estrellas

Para la noche y con las mejores galas, merece una visita Hispania (Cami Ral, 54; www.restauranthispania.com ; 937 91 03 06; unos 70 euros), uno de los restaurantes míticos de toda Cataluña. Su langosta guisada con patatas no es de este mundo. Un guiso obrero para el más burgués fruto del mar. Siguiendo al Norte, Canet nos ofrece recuerdos de la era hippie y modernismo en la Casa museu Domènech i Montaner, mientras que Santa Susana posee en la playa de las Dunas una de las más grandes y familiares extensiones de arena de esta franja de costa, además de un claro ejemplo del plan de recuperación de las dunas arenosas de la costa del Maresme que se acomete desde hace años. Junto a Calella, ha recibido el certificado de Turismo Deportivo por su gran oferta en este tipo de actividades. Finalmente, la bella localidad de Sant Pol anuncia la proximidad de la Costa Brava con una orografía más rocosa. Un atractivo entramado de calas, la mitología alrededor de un supuesto reloj de sol tan bonito que lo taparon para que no se estropeara con la lluvia y el viento (la realidad es que las tropas de Felipe V lo destruyeron en 1714). Y el mejor final posible: tres estrellas en la guía Michelin en el celebérrimo restaurante Sant Pau (Carrer Nou, 10; www.ruscalleda.com ; 937 60 06 62; entre 120 y 150 euros), de Carme Ruscalleda.

Una de las playas de Calella, localidad situada a unos 55 kilómetros al norte de Barcelona.
Una de las playas de Calella, localidad situada a unos 55 kilómetros al norte de Barcelona.Joan Sánchez

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Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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