La dirección de Gómez Martínez salva el 'Otello' con arte y oficio
La experta dirección musical de Miguel Ángel Gómez Martínez fue eje del Otello en el Festival de Ópera. Su exhaustivo conocimiento de la partitura, capacidad de concertación, atención al detalle, precisión y los recursos de su mucho oficio llevaron a puerto la nave de una función que hacía aguas por más de un punto -léase protagonistas- bajo la línea de flotación. Gracias a él, el símil con la tragedia verdiana y su desastre final quedó sólo en la escena de la tempestad.
Una frase de Otello -"quizá porque soy tosco para los matices del amor"- resume la actuación de Marco Berti: tiende al grito, sus transiciones de registro son bruscas y carece de los muchos matices musicales y actorales que exige el rol de Otello. Sólo una adecuada mejora de su línea de canto y una larga maduración del personaje se los darán; materia prima en su voz, la hay sobrada. Ainhoa Arteta debutó como Desdémona, personaje que aún habrá de desarrollar. Claudio Sgura fue un Iago de maldad adecuadamente visible en la intimidad de su Credo y demasiado previsible en escenas compartidas. Es el más cercano de los tres a madurar el rol.
Los comprimarios tuvieron una actuación correcta. Los coros, de la Ópera de Brno y Juvenil e Infantil Cantabile, volvieron a mostrar las cualidades ya gozadas en el Parsifal de Santiago. La Sinfónica de Castilla y León fue un muy gran instrumento en manos de Gómez Martínez, resaltando el dramatismo de cada momento. Destacó por emotividad el solo de chelo inicial de la escena de Otelo y Desdémona del primer acto.
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