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Tentaciones
Reportaje:CINE

Confesiones de un fiestero arrepentido

Que conste que nos habían invitado a un concierto. En el Greek Theatre, de Los Ángeles. Y ahí está su nombre, en la marquesina: Russell Brand. Británico, ex yonqui confeso, humorista irreverente, actor, prometido de Katy Perry. Entonces, ¿dónde están los músicos? Es más, ¿dónde está Brand? En eso parece una estrella de rock. No sabe medir el tiempo. Llega tarde. Dice que del baño. La bragueta de sus ajustadísimos pantalones pitillo negros está cerrada y no hay rastro de polvo blanco bajo su pelambrera, tan greñuda que parece peinada. "¿Qué te esperabas? Ser Russell Brand es un trabajo en sí mismo", ametralla según llega. Más que un rockero parece un versolari que no deja de hablar para "recuperar el estado orgásmico" en el que vive. "La libido es mi dinamo", aclara.

"El 'crack' y la heroína tienen sus aspectos agradables, pero casi me matan"

Es la energía de una noche de marcha con patas, un cuerpo menudo y nervioso de 35 años lleno de tatuajes y anillos de plata. Pero de los tópicos de drogata, criatura nocturna y faltón solo quedan las pintas y el libro My booky wook, sus memorias de adicto. "La diferencia entre una estrella de rock y un humorista es que el segundo no hace más que hundirse en la miseria mientras que la estrella es todo hedonismo, bacanal y decadencia". He ahí una descripción atinada de Aldous Snow, su álter ego en Todo sobre mi desmadre (traducción libérrima de Get him to the Greek). ¿Pero qué queda del "sexo, drogas y rock and roll" en Brand? "Aunque el crack y la heroína tienen sus aspectos agradables, casi me matan la primera vez. Y el sexo, con moderación, porque si lo llevas a nivel de circo chino puede traer problemas", ataja quien en el rock and roll se queda con The Smiths, Nick Cave y, por supuesto, Jim Morrison, que da nombre a su gato.

Paso de ti le abrió las puertas de Hollywood, y pronto le veremos en La tempestad y el remake de Arthur. Antes de que su fama se propagara fuera de Inglaterra, a Brand le expulsaron del colegio y de cualquier trabajo por donde pasó, incluyendo el que tenía en la MTV, donde se le ocurrió ir a trabajar disfrazado de Osama Bin Laden el 12 de septiembre de 2001. No aprendió la lección, porque hace no tanto se dedicó con su amigo, el también humorista y presentador Jonathan Ross, a dejar mensajes en el contestador automático del actor Andrew Sachs —el Manuel de Fawlty Towers— diciendo que se había acostado con su nieta. "No soy ofensivo de forma deliberada, pero le doy tanta prioridad al humor que se impone sobre la moral, la decencia y la lógica", recita a modo de disculpa.

De sus años yonquis le queda el atractivo de un encantador de serpientes. La cantante Katy Perry cayó en este encanto y se prometió con él tras un viaje romántico a la India. A pesar de todo, Brand no reniega de su "poderosa curiosidad por las mujeres" y jura que podría follarse a un robot. "Pero no lo hago porque he encontrado a la mujer que amo. Con ella me plantearía hasta tener hijos. Sobre todo si los secuestro", añade.

Asegura que, pese a su larga carrera de despidos, drogas y affaires, está en Hollywood para quedarse. Y el público, al igual que Katy, está contento de invitarle a esta fiesta. Señala un tatuaje que dice en sanscrito "déjate llevar". Se lo hizo en honor a Perry. "Soy una especie de Don Quijote con todo el optimismo del ser humano. O Rocky 4", afirma. "Alguien que lucha contra esa serpiente marrón que me puede volver a llevar al vacío. Por eso no quería tatuarme. Porque te hace más fácilmente identificable por la policía. Menos mal que mi madre piensa que soy Jesucristo".

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<b>"Mi madre piensa que soy Jesucristo". Tiene maneras de  estrella rock, pero Russell Brand es el enésimo cómico británico favorito de América.</b>
"Mi madre piensa que soy Jesucristo". Tiene maneras de estrella rock, pero Russell Brand es el enésimo cómico británico favorito de América.UNIVERSAL

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