Primarias emponzoñadas
El verano político ha estado amenizado por el anuncio de la celebración de elecciones primarias para la designación del candidato socialista a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid. Los dos únicos aspirantes serán Trinidad Jiménez, todavía ministra de Sanidad del actual Gobierno, y Tomas Gómez, secretario de la Federación del PSOE de Madrid (PSM).
Las primarias son una herramienta de ingeniería electoral importada de Estados Unidos que permite a los afiliados y simpatizantes de los partidos intervenir en el nombramiento de los candidatos a cargos públicos representativos, rompiendo así el monopolio de los aparatos burocráticos; su inconveniente principal es que las preferencias de los militantes no siempre reflejan los gustos de los votantes. La estructura de los partidos (laxa y descentralizada en América, rígida y jerárquica en España) y los sistemas de financiación y normas reglamentarias que rigen el procedimiento diferencian las primarias de uno y otro lado del Atlántico.
Las preferencias de los militantes no siempre reflejan el gusto de los votantes
Ideada para democratizar a los partidos e impedir el mandarinato de sus dirigentes, la novedad ha tenido poco éxito en España, tal y como prueba la escasez de sus convocatorias. El PP continúa fiel a la práctica de que no sean los afiliados sino los órganos de dirección quienes invistan a los candidatos para las alcaldías, las presidencias de Comunidad y la presidencia del Gobierno. Así, Francisco Álvarez Cascos, pese a contar con importantes apoyos entre los militantes populares de Asturias, no podrá exigir que se celebren unas elecciones internas para designar candidato a la presidencia de su comunidad en mayo de 2011; Rajoy será el candidato del PP a la presidencia del Gobierno llueva, truene o relampaguee, a menos que un Congreso ordinario o extraordinario del partido lo impida.
Las primarias también han tenido un corto recorrido entre los socialistas por las restricciones estatutarias que las prohíben en determinados supuestos. De añadidura, la convocatoria para la presidencia de la comunidad autónoma madrileña no pretende tanto dirimir las pretensiones de dos aspirantes en igualdad de condiciones como resolver el conflicto creado entre las direcciones nacional y regional socialistas. El presidente del Gobierno apadrinó en su día la elección de Tomás Gómez, por entonces alcalde de Parla, como secretario general del PSM tras la dimisión semiforzada de Rafael Simancas, perdedor de las autonómicas de 2007; hace pocas semanas, sin embargo, Zapatero presionó -sin éxito- a su antiguo protegido para que renunciara en 2011 a la candidatura a la presidencia de la Comunidad en beneficio de Trinidad Jiménez, que perdió en 2003 la batalla por la alcaldía de Madrid cuando era una desconocida y fue impuesta como cabeza de las listas municipales socialistas por el actual presidente del Gobierno.
Zapatero intervino igualmente en la designación del candidato a las municipales madrileñas de 2007 imponiendo el nombre del novato Miguel Sebastián, premiado con el Ministerio de Industria después su previsible derrota. En ambos casos la operación de paracaidismo político perjudicó el normal desenvolvimiento de las instituciones municipales: la deserción los dos concejales socialistas electos y trasquilados -Trinidad Jiménez y Miguel Sebastián- dejó a la oposición socialista sin cabeza visible.
La resistencia de Tomás Gómez a satisfacer el deseo de Zapatero prolonga el levantisco historial de la Federación Socialista Madrileña, desgarrada en facciones movidas por las pasiones y los intereses. Pero la decisión de Tomás Gómez de forzar unas primarias cabría interpretarla también como un síntoma de que el poder o la autoridad del presidente del Gobierno está en retroceso: si el carisma de los dirigentes es una consecuencia de sus éxitos electorales, la caída en los sondeos es capaz de producir los efectos opuestos. El argumento más sólido a favor de Trinidad Jiménez y en contra de Tomás Gómez era -antes de que comenzase la trifulca- la desvaída imagen ante la opinión pública del secretario regional madrileño. Pero el anuncio de la celebración de las primarias ha reducido la ventaja de Trinidad Jiménez y proyectado la figura de su rival como un intrépido David que ha pasado del oscuro anonimato a un iluminado escenario. Por lo demás, las declaraciones de los ministros José Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba poniendo en berlina al modesto ex alcalde de Parla y acusándole absurdamente de ser un peón de la derecha, arroja serias dudas sobre la sinceridad de los propósitos gubernamentales de respetar la neutralidad del aparato oficial.
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