Federer es Nueva York
De las grandes avenidas a la pista, la ciudad adopta al tenista suizo como uno de los suyos
Es Darth Vader con raqueta. A su llamada acude Anna Wintour, la editora jefe de Vogue, personalidad de personalidades en Nueva York, quien reconoce a un igual en ese inquilino del Carlyle y comensal de Le Bernardin. Como un peregrino en busca de una verdad revelada, se presenta el actor Alex Baldwin, como antes lo hicieron Robert de Niro o Charlize Theron. Y, como si fuera a ver a uno de los suyos, bochornosa la noche, silenciado ya el ruido de los aviones que sobrevuelan la pista desde el aeropuerto de La Guardia, acuden los neoyorquinos reclamados por un tenista vestido de negro que llegó a presentarse acompañado por los acordes de El Imperio contraataca: Roger Federer. Hace ya años que eso no es necesario: cuando se gana un punto golpeando la pelota con la raqueta entre las piernas y de espaldas a la red como hizo el suizo en su debut ante el argentino Brian Dabul (6-1, 6-4 y 6-2) o en 2009 en su semifinal frente al serbio Novak Djokovic, se sobrentiende que quizá no sea de este planeta.
"Es increíble lograr esto aquí. Me encanta estar de vuelta en Nueva York, me emociona. Me siento en casa", dice Federer entre los aplausos desenfrenados del público que se ha acercado al apartado Corona Park. Con sus cinco títulos ganados en la mastodóntica catedral de la pista Arthur Ashe, con su búsqueda de un sexto de récord y con la posibilidad de que logre por octava vez seguida ser uno de los dos mejores tenistas del mundo a final de año, Federer es una leyenda que la Gran Manzana ha hecho suya. Uno corre por Central Park en domingo y se encuentra a dos calles con un inmenso cartel suyo, dominando en tamaño y prestancia a sus rivales. Otro ve en la televisión cualquier día cómo el anuncio con el que se promociona el torneo le muestra enseñando paso a paso cómo se logra un punto golpeando entre las piernas (¡y va y lo repite en 2010!). Y todos, al final, concluyen que hoy Rafael Nadal será el mejor, pero que aún no es de Nueva York. "El rey Roger, con 29 años, ha sido adoptado por la ciudad (...) Mientras Rafa ofrece todo lo que le hace favorito, hay algo que le convierte en Na-dull (sin brillo)", escribe The New York Observer sobre el español , que debutó en la madrugada pasada ante el ruso Teimuraz Gabashvili.
"La rapidez de esta pista, sus alrededores, el evento en sí..., todo ayuda a mi causa en Nueva York", expone Federer. "Siempre me ha encantado venir. Jamás he jugado mal", añade, tranquilo, ya perdida la sonrisa que le acompañó durante dos puntos más tras su prodigioso tiro, ya apagadas las exclamaciones de los espectadores, ya asentados sus traseros, porque aquello fueron miles de personas coordinadas en un salto. "Ya tengo la experiencia de jugar aquí bajo presión, con tantísima gente [24.000 espectadores de aforo], con altísimas expectativas..., y lo utilizo en mi favor".
El norteamericano Jimmy Connors ganó su primer US Open en 1978 y quiso dejarlo claro. "Puede que ustedes no me quieran, pero yo sí les quiero a ustedes", le dijo al público, que no le amaba. El sueco Bjorn Borg se retiró sin ganarlo. Odiaba el ajetreo de Nueva York. Odiaba escuchar el mascar y el sorber de hamburguesas y cervezas a cada punto. Y odiaba, sobre todo, los focos de la sesión nocturna, la marca de la Gran Manzana. Hoy, aunque no lo diga, algún favorito piensa lo mismo. Federer, no. Nueva York brilla y el suizo deslumbra.
Victorias de Gimeno-Traver y López
El calor es tan asfixiante que el letón Gulbis, horrible ante el francés Chardy (2-6, 6-7 y 4-6), forma con sus dedos una pistola y se dispara en la garganta, qué sed, qué mal juego. El calor agobia tanto que López compite rodeado de sorbos, los del público apurando bebidas. Y el calor es tan dañino, 33 grados y 40% de humedad, que, antes de batir al colombiano Giraldo (triple 6-4), avisa: "Mentalidad para sufrir". No sufrió mucho Gimeno-Traver frente al finlandés Nieminen (7-6, 6-4 y 6-3), pero sí María José Martínez ante la estadounidense Hampton (6-4, 3-6 y 6-0).
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