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Dos mujeres a la mesa tras 411 años

Primera comida anual de la Cofradía Sant Roque de Llodio con presencia femenina después de un largo debate

Fin a cuatro siglos de veto a la mujer. La comida tradicional del último domingo de agosto de la Cofradía de Sant Roque de Llodio dejó de lado una prohibición con 411 años de antigüedad para adaptarse a los nuevos tiempos: dos mujeres se sentaron a la mesa junto a 376 hombres en el pórtico de la iglesia de San Pedro de Lamuza. Atrás quedaron dos años de debate y votaciones para cambiar los estatutos de la Cofradía.

Con la expectación propia de un gesto que rompe una tradición secular, todas las miradas se centraron en una recién estrenada cofrade, Estíbaliz Gorostiaga. Fue de los últimos en llegar y se sentó, siguiendo la tradición, en el lugar que durante años ocupó su padre, Pablo Gorostiaga, alcalde de HB de Llodio durante 12 años en tres mandatos separados en el tiempo. Ahora cumple 14 años de condena por el caso Ekin, el macrosumario contra el entorno etarra.

Sor Marina: "La Cofradía ha dado un paso al incluir a la mujer en la comida"

Su hija, recibida con miradas curiosas y con abrazos afectuosos, tanto de hombres como de mujeres, le sustituye desde este año, aunque la medida parece transitoria hasta que el ex alcalde sea puesto en libertad. Estíbaliz abrazó a la otra mujer que participó en la comida, sor Marina Adámez, invitada por la propia cofradía a presidir la mesa como homenaje a los 38 años que ha dedicado a Cáritas de Llodio. Ambas subrayaron la "inmejorable" acogida de los cofrades, que volvieron a degustar el clásico menú: cocido de garbanzos y sopa de pan de pistola. "Y una pera de postre", añade uno de los presentes.

"La Cofradía ha dado un paso adelante incluyendo a la mujer en su comida", resaltó sor Marina. Este gesto es posible después de que a finales de junio se decidiera en una asamblea levantar el veto a la mujer en la comida. La decisión fue respaldada por el 78,6% de los votantes, aunque esta asamblea fue la menos numerosa de las tres en que Sant Roque ha tratado esta cuestión. Con el cambio culminan dos años de debate, que saltó a la esfera pública con una denuncia anónima ante el Ararteko en 2008. Tanto esta institución, como la Defensoría para la Igualdad de Mujeres y Hombres, Emakunde, la Diputación alavesa y el Ayuntamiento de Llodio pidieron que las mujeres pudiesen acudir a la comida.

Sin embargo, los empujones definitivos los dieron el alcalde, Jon Karla Menoyo, del PNV, que aseguró que prohibiría la celebración desde este año si no se realizaba el cambio, y el obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi, quien pidió que se evitara la discriminación, después de que un informe dejase en sus manos la solución al problema. Tras el levantamiento del veto, hubo voces que alertaron de que varios cofrades se abstendrían de sentarse a comer. Al parecer, dos de ellos lo han hecho. Sin embargo, este ha sido "el año con más participantes", precisó a EL PAÍS José Luis Navarro, mayordomo de la Cofradía.

De las 15 mujeres cofrades con que Sant Roque cuenta en la actualidad, solo la más reciente, Gorostiaga, ha decidido participar en la comida. "Ha quedado claro que no hay mucha demanda social", añade Navarro. Pero ahora, al menos, las cofrades pueden decidir por sí mismas. "No somos ni machistas ni racistas", insiste Jon Eguren, un joven que lleva cinco años participando en la comida.

Frente a él, Iker González reflexiona sobre la polémica: "Es algo más , es una cuestión política". La Cofradía cuenta entre sus miembros con personalidades de relevancia en la vida política vasca, como el ex lehendakari Juan José Ibarretxe, quien ayer acudió a la misa, pero no al almuerzo; el asesor de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo Txema Urkijo y el parlamentario del PP Carlos Urquijo. Este último coincidía con González: "Ha sido un debate artificial, porque había personas significativas. Si no, no hubiese pasado nada".

En los alrededores del pórtico, la expectación era mayor que bajo él. La mayoría del público eran mujeres. Pilar Rolla, una de ellas, decía tajante: "Esto no es importante. No nos ofende no participar en la comida, pero necesitamos que se evite el maltrato o la discriminación laboral".

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