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ni contigo ni sin ti
Columna
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MOLESTOS

Carlos E. Cué

Lo más extraño de ser periodista es esa sensación de molestar en todas partes. Si haces bien tu trabajo, te conviertes en alguien especialmente insoportable. Sobre todo para los políticos. La mejor definición de qué somos para ellos se la leí a la mano derecha de Néstor Kirchner, Alberto Fernández: "[Los políticos] nos sentimos como un jugador de fútbol que la está peleando. Se mata, pone su alma, su vida. Y en la platea hay un gordo que come hamburguesas. Lo único que hace es putear mientras nosotros nos lo jugamos todo. Debe ser cómodo estar en la platea, ¿no?".

Kirchner lo ha resuelto a las bravas. Empezó por no conceder entrevistas y ahora su mujer y sucesora vive en plena guerra con la prensa. Los nuestros son más discretos, pero no crean que lo ven de manera muy distinta. Hay excepciones, claro, pero a casi todos les encanta huir de la prensa.

Vivimos la era del comunicado. Lo pusieron de moda los famosos, y a los políticos les encanta. Así evitan hasta el riesgo de leer mal un papel. La nueva tendencia es mandarlos con negritas. Para que no tengamos que leerlo entero. Y a las teles, envían la imagen editada de la niña o la anciana besando al político de turno. Un mundo feliz, sin abucheos, sin huecos en las gradas, ni pancartas críticas. Sin errores.

Dicen que lo hacen porque les maltratamos. Que somos muy duros. Que siempre preguntamos con mala idea. Por eso cuando hay follón -casi siempre-, mejor un comunicado. O el silencio. La pregunta más dura que yo he escuchado fue: "¿No les da vergüenza la imagen que están dando?". Tampoco es para tanto, ¿no?

Solo se dan cuenta de que aquí viven muy bien cuando viajan, y viajan poco. En Europa o EE UU casi nadie acepta una respuesta evasiva. Se va al grano, y punto. Si alguien tiene dudas, que se mire algún vídeo de Jeremy Paxman (ponga "best of Paxman" en YouTube), periodista estrella de la BBC. Podrá ver cómo le hace 13 veces la misma pregunta a un ministro del Interior (¡en la televisión pública!) o 12 al alcalde de Londres. A Blair le llegó a preguntar si rezaba con Bush. Otro periodista de BBC Reporter le soltó: "¿Tiene usted las manos manchadas de sangre?". Todo sin perder la calma, muy british. ¿Aguantarían eso los nuestros? Aquí se nos suben a las barbas. La culpa es nuestra, por dejarles.

A lo mejor es verdad que a veces nos ponemos insoportables. Cuando le pregunto insistentemente a mi hija de un mes por qué está llorando me mira desolada con cara de ¿no me podía haber tocado un padre carpintero? La mano vino como vino, los padres no se eligen.

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