Raimon Panikkar: diálogo e interculturalidad
Cuando me llamó Salvador Pániker la tarde del 26 de agosto, me temí lo peor. Y mis temores se confirmaron. Era para comunicarme el fallecimiento de su hermano Raimon, que me dejó sumido en un estado de conmoción del que tardé en salir. Y no era para menos. Durante los últimos 30 años tuve la suerte de disfrutar de la amistad y del discipulado de Raimon Panikkar, de quien aprendí lecciones teóricas y prácticas de gratuidad, convivencia, diálogo y serenidad ante la vida.
Con él coincidí en congresos, semanas y encuentros de estudio, intercambié un largo epistolario en forma de tarjetas de letra con caracteres casi indescifrables y mantuve frecuentes conversaciones telefónicas hasta que la enfermedad se lo impidió. Le invité a participar en los congresos de teología que la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII y en cursos de verano. Solo en una ocasión declinó la invitación. El año pasado le llamé para dar una conferencia en el curso sobre Judaísmo, cristianismo e islam, tres religiones en diálogo, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. El estado de postración en que se encontraba le impedía desplazarse de Tavertet a Santander. Le invité también a escribir en obras colectivas sobre la interculturalidad y el diálogo, pues era uno de los principales especialistas mundiales.
"Sin diálogo, el ser humano se asfixia y las religiones se anquilosan". Fue en 1993 cuando escribió sentencia tan aforística en un artículo sobre Diálogo inter e intrarreligioso, recogido luego en Nuevo diccionario de teología (Trotta, pp. 243-251). En él establece las bases del diálogo como alternativa a fundamentalismos, dogmatismos, anatemas e intolerancias de las religiones y culturas hegemónicas, y como superación de los monolingüismos, colonialismos y guerras religiosas.
Pero el diálogo no lo defiende en abstracto y en el vacío, sino entre filosofía y teología, religión y ciencia, Occidente y Oriente, Atenas y Jerusalén, culturas y religiones. Su formación científica, filosófica y teológica le ha facilitado el terreno. A partir de su conocimiento de las culturas y religiones de India (La experiencia filosófica de la India, Trotta) fue pionero en el diálogo con el hinduismo. En 1961 defendió su tesis doctoral en Teología en la Universidad Lateranense de Roma sobre El Cristo desconocido del hinduismo (Marova). Después abrió una nueva ruta de diálogo con el budismo con El silencio de Dios (actualizado como El silencio del Buddha. Una introducción al ateísmo religioso; Siruela, 1996).
Encarnaba ese diálogo y el peregrinaje por las diferentes religiones. Es proverbial su confesión de fe interreligiosa: "Marché [de España a la India] cristiano, me descubrí a mí mismo hindú y volví budista, sin haber dejado de ser cristiano". Decía que en él confluían cuatro grandes ríos: el cristiano, el hindú, el budista y el secular. ¡Todo un ejemplo de equilibrio entre creencias religiosas y secularidad!
Es considerado iniciador y gran impulsor de la filosofía intercultural. No la confunde con el multiculturalismo, que solo defiende la coexistencia de las culturas sin convivencia, ni la transdisciplinariedad, pues las culturas son más que disciplinas. El método de la interculturalidad es el diálogo que él define como dialogal y duologal; implica confianza mutua en una aventura común hacia lo desconocido y aspiración a la concordia discorde, y lleva a descubrir al otro no como extranjero, sino como compañero, no como un ello, sino como un tú en el yo.
Termino con un texto del Libre d' Amic e Amat, del filósofo mallorquín Ramón Llull, precursor de la interculturalidad, que le es aplicable a Panikkar: "El pájaro cantaba en el huerto del amado. El amante llega y dice al pájaro: si no podemos entendernos el uno al otro a través de lenguajes, entendámonos entonces uno a otro a través del amor, ya que en tu canción mi amado es evocado en mis ojos".
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