Y de repente, el Sáhara
Los empleados que trabajan al aire libre están obligados a convivir con el calor
Un viento del Sáhara recorre Andalucía. Esa masa de aire es la que provoca que las temperaturas superen los 40 grados y se haya activado la alerta naranja en toda la comunidad. Este fenómeno, nada común, trae consigo polvo en suspensión del desierto, pasa por las islas Canarias y sube al sur de España en un giro anticiclónico. La última vez que se produjo una ola de calor similar fue en julio de 2009.
Entonces, el polvo llegó a apreciarse, pero en esta ocasión ha quedado a una distancia de entre 800 y 1.000 metros de altura. Se disipará mañana, después de cuatro días de actividad, reduciendo la alerta a nivel amarillo en Sevilla y Córdoba, donde las temperaturas bajarán hasta los 38 grados.
Normalmente, es el viento de levante el que genera las olas de calor en el sur de España, así sucedió hace un mes, cuando las temperaturas rozaron picos de 46 grados en Córdoba y Sevilla. Según explican desde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), muchas veces se habla de aires saharianos, cuando no es cierto porque es una masa de aire infrecuente durante el verano en Andalucía.
Esta ola de calor se produce porque el polvo en suspensión produce un tapón que no deja ventilar la atmósfera.1Lo que ahora es una ola de calor, puede convertirse en la temperatura habitual en el interior de Andalucía. Las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) respecto a escenarios climáticos hacen sudar. "Si no se modera la generación de gases por el efecto invernadero, lo que ahora es la excepción será la norma".
El mal presagio de José María Sánchez-Laulhé, portavoz de Aemet en Andalucía, depende del ciudadano. "Ya está comprometido parte del cambio climático, está en manos de la sociedad". Es un pronóstico que afecta sobre todo a los trabajadores que, por su empleo y su horario, no pueden resguardarse del calor en las horas más duras del día. Y es que las altas temperaturas son parte del contrato.
- Cartas bajo el sol. Los hay que no hacen caso a las alertas por calor. A Francisco Rodríguez, de 50 años y natural de Málaga, le da lo mismo que se trate de terral o aire sahariano. Desde hace 21 años trabaja como cartero en Correos y, a la hora de repartir las vacaciones, nunca tiene problema. Mientras la mayoría de sus compañeros solo buscan huir de las temperaturas de agosto, él disfruta con su moto del mes más cálido del año. "Hay muchas empresas que cierran y hay menos trabajo", argumenta.
Un par de botellines de agua y "todo está arreglado", resume mientras se ajusta su chaleco. Y es que aunque Correos permiten a sus trabajadores usar bermudas en estas fechas, Francisco prefiere su uniforme de siempre: camisa, chaleco y pantalones largos. "Las bermudas son para ir a la playa, el trabajo es el trabajo", afirma coqueto.
Ayer a mediodía, a pesar de que se superaban los 35 grados en el centro de Málaga, Francisco no parecía acalorado. Cada mañana, de ocho a tres, reparte correo urgente en la Malagueta, donde le conoce. Si el calor aprieta "se busca una sombra", pero pocas veces se queja. "Esto es lo normal en verano, si no hace calor en agosto, apaga y vámonos", dice antes de enfilar la calle de la Maestranza con su moto amarilla.
- Golpe de calor en la zanja Blas Fernández, de 61 años, sabe bien lo que es un golpe de calor. Hace una semana, se desmayó mientras trabajaba en una zanja de Sevilla, donde hasta 60 personas construyen, a pleno sol, el paso subterráneo, de medio kilómetro de longitud, que cruza la calle Cardenal Bueno Monreal. Los obreros de la construcción forman parte del sector laboral más vulnerable. Sobre todo, cuando algunas constructoras no cumplen con la jornada intensiva, de 7.30 a 14.30, acordada para el verano. Un único turno que, según denuncian los sindicatos, no siempre se cumple.
Uno de los compañeros de Fernández recuerda que aquel día, como excepción, el capataz les jaleó entre palmas media hora antes de lo previsto: "¡Venga, a trabajar!", imita. A los pocos minutos, Blas comenzó a marearse: "Perdí el conocimiento y me caí. Todavía me duele aquí, del batacazo", dice, señalándose la espalda.
"Ocurrió sobre las 17.30", apunta otro compañero. Por suerte, dos médicos salían en ese instante de un bar cercano y pudieron atenderle. Pero solo tuvo el fin de semana para recuperarse del susto: "En lugar de la baja, me dieron una pomada y unas pastillas para el dolor", dice. El capataz de la obra, que rehusó dar su nombre, asegura que el desfallecimiento se produjo cuando el empleado se encontraba en un lugar apartado.
Según CC OO, existen más de 300 denuncias referidas a empresas que incumplen esta medida, doblando el turno a la tarde, cuando las temperaturas pueden superar los 40 grados en provincias como Córdoba o Sevilla. El problema persiste porque los acuerdos entre sindicatos y patronal no son respetados en los acuerdos unilaterales entre empresario y trabajador. En ocasiones, "el trabajador, por temor a perder el puesto, se deja convencer", lamentan desde CC OO.
A principios de julio, los técnicos en prevención de riesgos laborales de la Federación de la Construcción en Andalucía (Fecoma), realizaron una campaña contra el calor visitando las obras. Recomendaron bebidas isotónicas, chalecos reflectantes con termómetro y gafas de sol, pero los compañeros de Blas, en la obra de Cardenal Bueno Monreal, afirman que esas medidas son todavía "un lujo".
"Me vale con un servicio y un grifo con agua para refrescarme", se conforma Delfín González, peón auxiliar de 48 años. Su testimonio es una prueba de que algunas constructoras no proporcionan las prestaciones mínimas que indica la patronal: Agua potable, aseo y comedor prefabricado con aire acondicionado por cada 20 empleados y espacios con sombra. Pero es que agosto, según los sindicatos, es un mes difícil para las inspecciones de trabajo.
- Agua para la vendimia. En un viñedo no hay sombra. Por eso, cuando el sol de agosto castiga, lo hace sin compasión. Para luchar contra sus rayos, el uniforme de un jornalero de la vendimia de Montilla-Moriles (Córdoba) no ha cambiado en siglos: sombrero ancho de paja, guantes y ropa cómoda. La manga larga o corta, a escoger. Pero el agua, que no falte.
Desde principios de agosto, las cuadrillas trabajan en la recolección en jornadas que comienzan de buena mañana y terminan cuando el calor ya no se puede soportar más. "Arrancamos sobre las siete y terminamos hacia las dos", explica en un alto Rocío Espejo, de 26 años y vecina de La Carlota. Ella trabaja en la finca Los Pollos, en la localidad de Montalbán, con otros 25 compañeros. Alza la cara para poder conversar porque el sombrero le cubre los ojos. Y sigue trabajando mientras cuenta su día a día.
"No sé cuánta agua puedo beber cada día de trabajo. Mucha. Más de dos litros. Desde luego, ayer me di cuenta de que tomé mucha más", comenta en referencia al jueves, cuando en toda la provincia de Córdoba, como media Andalucía, se activó la alerta naranja por temperaturas que alcanzaron los 40 grados.
Para evitar el calor extremo, los horarios se han adaptado, al menos en la cosecha de la uva. "En las primeras horas, no se está mal, pero hacia las diez, después del bocadillo, comienza a apretar", reconoce. Ella, como el resto de sus compañeros, acude al tajo armada con su botella de agua, que ha dejado en el congelador toda la noche. A pesar de llevar más de cuatro años de jornalera y transcurridas varias campañas, admite que con la vid, al final del día, "ya te sientes muy floja".
Para evitar lipotimias, los manigeros se encargan de que a los trabajadores no les falte el agua. Según Bartolomé Guirado, encargado de la cuadrilla de Rocío, "cada jornada, para una cuadrilla de 30 o 40 personas se pueden gastar fácilmente 150 litros de agua, repartidas en botijos y garrafas. Además de la que trae cada uno". Una cifra que puede aumentar con los trabajadores de la pasera (fase de la preparación de la uva del Pedro Ximénez). Y es que éstos deben pasarse el día entero dándole vueltas a los frutos, que se secan al sol. Y allí, tampoco hay sombra.
Con información de Inés Santaeulalia, Laura Contreras y Manuel J. Albert.
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