VEINTIUNO
Veinticinco de diciembre fun, fun, fun, decíamos ayer. El caso es que me llevan a las urgencias del Ramón y Cajal, donde despierto, o regreso a la visibilidad, no estoy seguro de lo que ha ocurrido, sobre una camilla, en medio de un pasillo con más camillas llenas de peña moribunda. Me miro las manos, que están a la vista, y me toco la cabeza, sin problemas. ¿Has tomado alguna mierda?, me pregunta un médico muy joven, creo que marroquí, por el acento. ¿Cómo?, digo yo. Que si te has metido algo, dice él, o has bebido más de la cuenta. No bebo, digo yo, ni me meto nada, ¿por qué? Por nada, tío, dice él, un bajón de azúcar, descansa unos minutos y estás listo, menuda nochecita. Mientras descanso, un enfermero me toma la tensión y el pulso. La verdad es que me encuentro bien, mejor que antes de ir a casa de mis viejos, como si durante el desmayo hubiera cargado las pilas.
¿Has tomado alguna mierda?, me pregunta un médico muy joven
Al rato abandono el pasillo y voy a la sala de espera, donde me aguarda la familia, todos con cara de estar, más que en el hospital, en el tanatorio, eso quisieran. Se portan bien, claro, es lo que toca, pero me cosco de que soy un incordio de cojones. Volvemos a la casa de mis viejos en el carro del novio de mi hermana, un monovolumen de siete plazas. ¿Para qué querrá este man un buga así de grande?, me pregunto. Lo mismo, me respondo, tiene cuatro o cinco hijos de otro matrimonio. Mi sobrino está pálido, pero no creas que me dirige la palabra. Se mantiene en sus trece el muy cabrón, como si le hubiera destrozado la vida. Nunca me había desmayado, digo yo en tono de sorpresa, no sabía que era así. ¿Así, cómo?, pregunta el novio de mi hermana. Tan agradable, digo yo para animar la fiesta.
El cordero parece un cadáver, de modo que pasamos a los postres (turrón y demás mierdas) y luego jugamos a las cartas, sobre un tapete verde, con garbanzos. Mi sobrino se queda sopas viendo la tele. Me abro a las siete de la mañana, como si no hubiera pasado nada. Mis viejos dicen que se van a Lanzarote para pasar el fin de año y yo les digo que me parece muy bien, que no se preocupen por mí, que me sé cuidar. No creo que vuelvan a invitarme.

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