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verano húmedo

Vigilantes

Pasar el control de pasaportes, revisión de equipaje, pertinente cacheo y ver rotar tu cuerpo en un escáner de baja energía en un aeropuerto, comprenderte un cuerpo en tres dimensiones que gira en una pantalla, volar antes de volar o cuerpo ya volando en un Airbus. Por algún motivo que desconozco me encantan todos esos controles de aeropuertos, y los cacheos y la revisión de equipajes de mano y la reconstrucción del cuerpo en tres dimensiones a través de un escáner de baja energía, que no penetra tu cuerpo, se frena en la piel, no hipnotiza tus órganos internos, ni los revela ni los hace visibles al guardia de seguridad, que en ese instante mastica las croquetas frías que su mujer le puso en una fiambrera junto a 157 gramos de ensaladilla rusa y también junto a una nota de su puño y letra que dice que al salir no se olvide de ir a recoger al niño al colegio. Ese guardia de seguridad mastica su vida de croquetas, ensaladilla y notas de puño y letra mientras me escanea, y yo desde el manso e inocente escáner miro sus croquetas y su ensaladilla y penetro en la totalidad de su vida, y giro en ese escáner y me siento completo o eterno, existo, algo me observa, como ahora mismo algo me observa en esta biblioteca del Instituto Cervantes de Nueva York, ahora que escribo todo esto en esta biblioteca del Instituto Cervantes de Nueva York, en la que hay una cámara de vigilancia que enfoca directamente a mi cabeza y envía mis imágenes a otro vigilante que tiene una terminal en su casa porque prefiere vigilar desde su casa. Viaja mi cuerpo por unos cables, desmenuzado en millones de electrones, a una velocidad próxima a la de la luz para hacerse luz en la pantalla de un monitor que reposa sobre la mesa del dormitorio de ese vigilante, y mi cuerpo en la pantalla ilumina al vigilante y a su mujer, que hacen el amor en la cama, tarea que llevan a cabo con profundidad y extrema concentración; ni se han fijado en que mi imagen, desde la pantalla, está ahora mismo observando esa penetración, y así mi imagen será catalogada y archivada en el lugar donde están todas las imágenes del Mundo que nadie ha visto ni jamás verá, y me pregunto si no es perturbador y excitante que exista algo perfectamente catalogado y no obstante perdido para siempre, y también me pregunto si no es aún más excitante que mi imagen en una pantalla excite al vigilante y a su mujer, porque seguro que en estos momentos el vigilante y su mujer han variado de postura y están mirando la pantalla, la miran como si los vigilados fueran ellos, no pueden parar de mirarla, y eso le excita, como si hubieran entendido la verdadera erótica de las imágenes: decir la verdad, pero sin mencionarla.

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